domingo, 16 de octubre de 2011

El ángel

-A ver... abre bien la boca.
Armada con su pinza y su lupa  de odontóloga en ambas manos, se fue directo hacia mis dientes. Pensaba en las vacaciones que había pasado con mi familia en una playa paradisiaca en el norte de Perú. Un sol ardiente que destellaba sin piedad sobre el cielo clarísimo, el mar transparente y cristalino que por las noches olía a sal y a conchas limpísimas.
-Puedes enjuagarte, Manuel.
Me senté sobre la enorme silla reclinable y cogí el pequeño vaso con agua para enjuagar mis secos dientes. Cuando volví a reclinarme, la odontóloga volvió a mis dientes solo que esta vez con una especie de taladro que parecía sacar agua de mis dientes cada vez que los taladraban.
-Listo. Puedes enjuagarte.
Mientras lo hacía, me dictaba instrucciones sobre como cepillar correctamente mis dientes y que debía volver la próxima semana para sacar moldes de mis dientes puesto que necesitaré frenillos.
-Bueno, eso es todo. Puedes irte, Manuel.
-Gracias, doctora, que tenga un bue..
En ese momento, mi despedida se interrumpió bruscamente por la presencia de una chica con cabello lacio-ondulado y de color castaño. delgada y con una curva naciente en su cintura, piel de leche, ojos de canela y claros, pequeños pechos que encajaban perfecto con su cuerpo, labios pequeños y rosados. Caminaba tan ligera como una pluma y con un aire angelical a través de la sala.
-Hija, debes tocar la puerta primero, estoy ocupada con un paciente ¿no lo ves?.
Desvió su mirada hacía mis ojos y quise quedarme en ellos por infinitas horas, no quería dejar de verlos, quería vivir en ellos para siempre, ahogarme en ellos. Como en los sueños, sentí que me había quedado mucho tiempo mirándolos pero solo fue cuestión de segundos para decirle, después de que se disculpe por su interrupción, casi sin aliento: "descuida, ya me iba". Salí rapidísimo del consultorio mi madre ya me esperaba con el auto en marcha y así llegué a mi casa con un aire perdido, ya no importaban mis problemas, actuaba inconscientemente, no me había sentido así nunca. Esa chica me cambió la vida en menos de dos minutos. Me sentí como si hubiera visto un ángel.


La semana pasó demasiado lenta, los minutos me parecían horas y cada vez estaba más ansioso. No prestaba atención a mis clases porque ya me parecían insignificantes. En clase de matemáticas, saqué mi pequeño cuaderno con frases y poemas y, pensando en aquellos ojos, escribí:"Estoy enamorado de una rosa fresca, y cada aliento suyo despierta en mí mil combates". Mi alma rogaba piadosamente que quería verla. Necesitaba de ella aunque no sepa ni su nombre.


El día tan esperado llegó y fui un poco nervioso esta vez. La doctora me preguntó si había seguido las instrucciones que me había dado y yo le mentí diciéndole "al pie de la letra, doctora". Me pidió que me inclinara en la enorme silla para observar mis dientes con su lupa.
-Muy bien, están bien cuidados. Iré a preparar la masa de yeso para tus dientes.
-¿Puedo usar su baño, doctora?
-Claro, está en el segundo piso, la puerta que verás al fondo del pasillo.
-Está bien, gracias.
Subí las escaleras pulidas de madera que rechinaban ligeramente cada vez que subía un escalón y llegué al pasillo que tenía muchas puertas. "Esta casa parece un hotel"-pensé. Mientras caminaba tranquilamente, mis oídos percibieron el sonido de una regadera. Mi curiosidad me impulsó a averiguar de dónde provenía ese sonido que, después de unos segundos, descubrí que venia de una de las puertas pegadas al lado derecho de la pared. La puerta estaba abierta, entré cautelosamente por un cuarto en donde había un espejo con un velador atestado de perfumes, una cama individual, un mediano estante lleno de libros y pósters colgados en las paredes en los que pude reconocer a Paul McCartney, Chopin, Mozart, Stanley Kubrick, y la triste mirada de Allan Poe.
El sonido de la regadera se hizo más intenso mientras me acercaba a la puerta de donde salía un vaho blanco y transparente. Cuando asomé mi cabeza, pude ver a la hija de la odontóloga desnuda y de espaldas con el cabello empapado y pegado en su fina espalda, dejando que caigan pequeñas pero rápidas gotas sobre su pequeño y redondo trasero Me quedé hipnotizado y embobado, estaba helado y mi falo empezó a erectarse. De pronto, observé que ella volteo ligeramente su cabeza y me vio, su mirada se cruzó con la mía una vez más y entré en el más terrible pánico. Salí a la carrera del cuarto y corrí por el pasadizo y por las escaleras, arriesgándome a tropezar. Me quité rapidísimo esa especie de babero grande que me había puesto la doctora alrededor del cuello y lo boté en la sala de espera. Me fui corriendo hasta mi casa y llegué muy agitado. No había nadie, así que me encerré en mi cuarto, me eché sobre mi cama y empecé a masturbarme recordando lo que había visto.


Esa misma noche, el teléfono sonó y yo voy rápidamente a contestarlo antes que nadie. Al escuchar la voz de la doctora, mi piel se puso helada de miedo.
-Manuel, ¿qué pasó hoy? ¿estás bien?
-Estoy bien, perdóneme, tuve que irme a causa de una urgencia.
-No hay problema, Manuel. ¿Puedes venir mañana por la tarde?
-Está bien, estaré ahí.
-No te vayas a escapar esta vez. Adiós, Manuel.


Llegué a la tarde siguiente al consultorio a la hora que me había indicado mi odontóloga mas no había llegado ella todavía. Me puse a ojear las revistas desfasadas y a contemplar cuadros de estomatología colgados en las paredes. Sin previo aviso, se escucha en la segunda planta, música clásica, parecía ser Chopin. Vencí mis miedos y subí otra vez hacia el pasadizo, solo que esta vez ya sabía donde ir. Cuando llegué a la puerta, la abrí solo un poco y asomé mi cabeza con la intención de pasar desapercibido. Estaba ella con tan solo sus bragas, con los senos desnudos bailando al ritmo del piano de Chopin. Movía sus brazos al momento de dar ligeras vueltas a su alrededor. Cuando acabó la melodía, se detuvo y se quedó dándome la espalda cuando dijo: 
-¿Te gustó, Manuel?. 
Yo me quedé pasmado. No sabía qué decir
-Perdóname, no fue mi intención espiarte, ya me voy. 
Ella se acercó lentamente hacía donde estaba, abrió la puerta y muy cerca de mí, dijo:
-¿Te gustan los valses de Chopin?
No pude responder, me quedé mudo por la impresión de ver sus senos blancos y sus pequeños pezones rosados. Moviéndose como una pluma, cogió mi mano y la posó sobre su seno derecho. Se acercó a mi oído y susurró: "¿Te gusta mi seno?". Yo estaba petrificado y no tenía idea de cómo reaccionar ante tal placentero espectáculo. Acto seguido, me empezó a besar lentamente, sus labios estaban fríos pero su lengua tibia. Ella me jaló hasta su cuarto y cerró la puerta. Me ayudó a quitarme la ropa mientras yo besaba sus senos y terminamos tumbados sobre la cama. Le quité las bragas con dificultad porque mis manos temblaban y pude ver su sexo apenas cubierto por bellos. Empecé a besarla en los labios mientras con mi mano derecha tocaba su sexo lentamente con movimientos circulares. Ella empezó a dar pequeños jadeos de excitación y empezaba a mojarse. Cuando sentí que ya estuvo muy mojada, mi falo se irguió y me puse en posición para penetrarla. Mi falo grueso falo entró suavemente por su caliente y mojado coñito. Cuando entró mi glande, ella se retorció y gimió con una voz frágil. Mientras entró mi tronco por completo, se quedó sin aliento por unos segundos y los recobró al mismo tiempo que clavaba sus uñas en mi espalda. La penetré suave y con amor porque era un ángel frágil. Pero luego me convertí en un animal al momento que me dijo "¡Métemelo más rápido,por favor!. ¡Me encanta tu verga!". Y así, fue que la empecé a penetrar violentamente mientras sus senos rebotaban y yo los agarraba con mi mano y rozaba con mi lengua. Estuvimos en esa misma posición cuando me dijo: "Terminate en mí" en el oído. La penetré aún más rápido hasta que eyaculé dentro y todo mi semen viscoso y caliente se esparció en su ahora chorreante coño. Terminé agotado sobre ella y me tuve que poner de pie porque no había espacio para los dos en su cama.
-¿Cómo te llamas?-le pregunté
-Me llamo Clara.
-¿Y eres de verdad?
-Claro que soy de verdad ¿crees que esto es un sueño o qué?
-No, no, solo lo digo porque me parece fabuloso todo lo que me está pasando. Quiero decir, una chica que parece un ángel tiene sexo conmigo de la noche a la mañana y sin ser mi novia... vamos, no es cosa de todos los días.
Ella se quedó sin decir nada, se paró y me dio un apasionado beso en los labios. 
-Será mejor que te vayas, mi mamá te debe de estar esperando y no le gusta esperar.
-Pero...
Colocó su dedo índice sobre mi boca y me hizo el ademán de que me fuera.


Desde entonces, después de ponerme los frenillos, iba sin motivo alguno al consultorio: la odontóloga me decía que no tenía nada, me recomendaba y luego me despachaba para irme sigilosamente donde Clara, mi ángel, a observarla como bailaba completamente desnuda al ritmo de los valses de Chopin, a regalarle una rosa que tanto le gustaba y a tener sexo descontrolado. 









1 comentario:

  1. Bien descrito, buen ritmo (no tan lento, no tan rápido), interesante temática y buen trasfondo cultural [los gustos de Clara]

    Sehr Gut, Flal! (Y)

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