domingo, 2 de septiembre de 2012

A escondidas y en silencio (microrrelato)


-¿Estás segura que no nos escucharan?
-Sí, tranquilo, estamos como que al otro lado de la casa.
-No sé... tu mamá me miraba con una cara de poco amigos.
-No te preocupes, ella es así con las personas que recién conoce.
-Está bien pero promete no hacer tanta bulla.
-Sabes que eso no depende de mí- me dijo mientras se acercaba a mis labios y llevaba su mano a una de mis nalgas.

Nos estuvimos besando un buen rato, empezando con caricias, roces y jadeos. Luego nos dirigimos al sofá y seguimos devorándonos con los labios. Ella se sentó sobre mí de tal manera que sus senos quedaron a la altura de mi rostro y sus pezones apuntaran a mis labios. Metí mi mano por debajo de su blusa y con una cautela de serpiente llegué a tocar uno de sus senos, que ya estaban rígidos. Quería  saborear sus tetas, ya no resistía más. Le quite el polo y con las manos exprimí sus senos mientras mi lengua revoloteaba sin control sobre el aura que rodeaba su pezón. Ella soltaba leves gemidos de placer. Poco a poco mis labios fueron subiendo hasta sus hombros, su cuello, una pequeña mordida en la oreja. Mi falo estaba a punto de hacer un agujero en mis pantalones. Ella al parecer se dio cuenta y dirigió una de sus manos hacía mi paquete mientras nos seguíamos besando. “Qué rico, está bien durita”. Me fue besando y rozando sus uñas por mi pecho hasta que llegó a mis pantalones y los quitó con una paciencia y una sonrisa en los labios como niña que abre un regalo de navidad. Cuando terminó de quitarme los calzoncillos cogió mi falo con su delicada y suave mano, lo dirigió hacía sus labios, le dio un beso y empezó a masturbarme, mirándome a los ojos, mientras esta vez empezaba a sentir su boca devorando toda mi verga tiesa lentamente. Se sentía caliente y cuando pasaba la lengua por el tronco me daban ganas de clavárselo de una sola vez. Ella se paró, se quitó las bragas rápido y despacio se sentó sobre mi verga que ahora entraba en su jugoso y prieto coño. Estaba cabalgando en mi falo, y en su cara se notaba que lo disfrutaba muy placenteramente, con los ojos cerrados y con la boca ligeramente abierta de donde salían inaguantables gemidos. Se pegó a mi oído y empezó a gemir más fuerte mientras que esta vez yo la sujetaba de la cintura para clavárselo cada vez más rápido y con más fuerza. Sus senos rebotaban sin parar y ella ya empezaba a sudar. Estábamos ardiendo en placer. Mordí uno de sus pezones y ella emitió un grito de dolor mezclado con placer, lo que ocasionó que yo lo hiciera aún más rápido. “Hazme venir, hazme venir, no pares, vente en mí”. La tumbé boca arriba en el sofá, ella envolvió sus piernas y la penetré con una fuerza hercúlea mientras ella clavaba sus uñas en mi espalda y se quedaba sin aliento al mismo tiempo que se estremecía. Nos corrimos y nos quedamos un momento recostados mientras salíamos de ese estado de éxtasis; pues, nos teníamos ganas desde que nos vimos esa noche, después de tres años.
-Ya vístete que tenemos que regresar, los invitados están afuera.- me dijo mientras se sentaba y buscaba su ropa interior en el piso.
-De acuerdo, petite, vamos- y también empecé a buscar el resto de mi ropa. 



domingo, 25 de marzo de 2012

Lluvia de verano

Advertencia: esta es la continuación de La locura perfecta. Aunque se puede leer este relato y no habrá ambigüedad alguna. 




-Rapsodia bohemia, rapsodia bohemia... rapsodia bohemia.
Me había dicho Jhonatan susurrando pausadamente mientras acariciaba con uno de sus dedos mi espalda desnuda sobre la cama. No le presté atención: estaba agitada, habíamos practicado el sexo por unas horas y quería dormir pero esos momentos eran ocupados por Rafael en mi mente. Sus ojos misteriosos en la eternidad de la noche estrellada, su sonrisa, sus cejas pobladas.
-¿Ya te quedaste dormida?
-No, lo siento, ¿qué dijiste?
-Nada, solo era una canción.
-Estaré dormida.
Me eché de costado y Jhonatan me dio un beso suave y largo en mi hombro. Luego escuché el sonido de la cama mientras él se acomodaba para dormir también. Cerré los ojos y vi a Rafael marchándose con una mano en el bolsillo y con la otra llevando un cigarrillo a sus labios. Lamenté mucho dejarlo así.

Desperté en mi habitación casi al mediodía e intenté llamar a Rafael, de inmediato habló la contestadora ofreciéndome dejar un mensaje en la casilla de voz. Tenía muchas ganas de verlo otra vez, hacer lo prohibido, que la tentación me lleve a la locura pasional. 

Durante todo el resto del día no tuve ganas de nada. Todo me parecía completamente sin sentido y en vano. A Jhonatan le dije que iba a estar muy ocupada estudiando. Esperé a la noche y decidí ir al parque donde me vi con él después de muchos años. El parque estaba más solitario y silencioso que de costumbre y el viento azotaba violentamente. Caminaba con los brazos cruzados y no podía tener los ojos normalmente abiertos. Estaba tiritando de frío cuando me pareció ver una pequeña luz junto con un sonido repetitivo que, si no me equivocaba, nacía de un encendedor. Me fui acercando y me di cuenta que era Rafael intentando prender un cigarrillo. Me senté a su lado y seguía concentrado en su encendedor con un cigarrillo que salía de sus labios.
-Te he estado buscando todo el día...- le dije con un poco de miedo.
Él dejó de maniobrar con el encendedor y subió solo la mirada hacía mi rostro. Me clavó esa mirada venenosa y volvió a intentar prender su cigarrillo, esta vez con una mano haciendo una cueva alrededor del encendedor. Recosté mi espalda en la banca de madera y contemplé los grandes árboles que formaban parte del estrellado firmamento. Dejó de sonar el encendedor y pude ver un vaho gris transparente. 
-Hace frío, ¿verdad?- dijo volteando su rostro para mirarme, satisfecho, probablemente por haber encendido el cigarrillo después de muchos intentos.
Se quedó mirándome y yo solo me limité a sonreír expresando asentimiento. Alejó un poco su mano que sostenía el cigarrillo de su rostro y me dijo: “¿quieres un poco?”.
Le recibí sin contestar y aspiré una bocanada, me relajó un poco y empezaba a calentarme.
Estuvimos en silencio, sin mirarnos, solos en un desierto de césped y árboles. Por unos minutos hasta que sentí que me caía una gota fría sobre mi mejilla, toqué la gota y, mientras la veía en la yema de mis dedos empezaron a caer gordas gotas multiplicándose cada segundo hasta que el lugar se convirtió en una ducha inmensa. 
-Vamos a mi casa- me dijo mientras colocaba su casaca sobre mi cabeza como alternativa de un paraguas.
-Está bien vamos- y nos fuimos caminando muy pegados y con miedo a caernos.

Su casa era acogedora, cálida, ordenada y estaba bien adornada. Los ornamentos parecían estar ubicados en el perfecto lugar sobre las repisas. Me pidió que lo siguiera hasta su habitación y me sentí muy curiosa por todas las cosas que había para observar. Se fue diciendo que traería un par de tazas calientes de cocoa y que no tardaría. Mientras tanto me quedé sola en su cuarto, paseándome y contemplando los cuadros, estaban The Beatles, mujeres desnudas de diferente color de piel sentadas al borde de una piscina dando la espalda donde se habían pintando los álbumes más reconocidos de Pink Floyd, la cara de Malcolm McDowell mirándome con soberbia y una pestaña postiza en el ojo derecho. Había una guitarra descansando sobre un pequeño mueble, parecía muy bien cuidada porque relucía. También había un estante de libros: estaba repleto y parecía que faltaba espacio porque había libros sobre una hilera de libros y, por último, la cama que no tenía nada de especial. Ahora estaba parada en el centro de la habitación, mi blusa estaba empapada y se había pegado a mi piel. Decidí quitármela y buscar un polo en el armario de Rafael porque de seguro pescaba un resfriado. Me estaba desabotonando cuando notaba que mis pechos estaban un poco calientes y duros. Pasé suavemente mi mano sobre uno de mis senos y lo empecé a sobar suavemente, me excitaba estar en su cuarto, él estaba aquí también, estábamos solos, nadie nos veía, era nuestro mundo privado. De pronto, siento que mi celular vibra en mi pantalón. Tenía cinco llamadas perdidas de Jhonatan y un mensaje. El mensaje rezaba:
Voy a amarte hasta que el cielo detenga la lluvia
Voy a amarte hasta que las estrellas caigan del cielo para ti y para mí
Supongo que estarás dormida, ha estado lloviendo por horas, espero que estés bien. No confío en los mensajes de voz. Llámame cuando puedas. Un beso”.
No le di importancia al mensaje y coloqué el celular sobre el escritorio. Terminé de sacarme la blusa y también el sostén. Estaba con el torso desnudo, mis senos estaban erectos, sensibles y redondos. Decidí quitarme los pantalones también porque me fastidiaba que estén tan pegados (miento, me muero de ganas que Rafael me vea desnuda). Cuando terminé de quitarme el pantalón, escucho como se rompe, muy cerca de mí, lo que parecía ser porcelana. Volteo la mirada hacía la puerta de la habitación y estaba Rafael con una taza en la mano y enteramente pasmado. En el piso, se había formado un pequeño charco con trozos blancos de lo que antes era una taza. Solo tenía puesto mis bragas que eran negras y ahora lo miraba de frente y él se había quedado como hipnotizado mirando mis senos. “Lo siento, mi ropa estaba muy mojada y quería ver si podía coger un polo de tu armario”, cuando terminé de decir eso, él ya había dejado la taza en el escritorio y se estaba acercando a mí lentamente, buscando mis labios y yo los de él. Nos besamos lentamente y, sin darme cuenta, colocó su mano sobre uno de mis senos y lo apretó suavemente, continuó bajando su mano por mi vientre hasta que frotó mi coño por encima de mis bragas “Aquí también está muy mojado”- me dijo susurrando. Me excitó tanto eso que le mordí los labios y él respondió besándome más rápido y con violencia. Sin sacarme las bragas, metió sus dedos directo a mi coño y empezó a sobar en círculos mi clítoris. Solté un gemido tirando mi cabeza hacía atrás y se fue directo a mi cuello. Sentía su lengua caliente rozar mi piel. Me cargó y me echó suavemente en la cama y ahora estaba sobre mí, ahogándose en mis senos que ahora estaban durísimos, ya estaba enloqueciendo por sentir su verga. Se quitó el polo a la velocidad de un rayo y yo me senté sobre la cama para bajarle el pantalón. Sobre sus boxers se notaba un enorme bulto, su verga estaba reventando dentro. Bajé con cuidado sus boxers y un falo erecto y al parecer muy duro estuvo frente a mis ojos. Con mi mano derecha empecé a sobarlo y a masturbarlo mientras veía su rostro extasiado. Pasé mi lengua por todo el tronco primero y me metí poco a poco su verga. El agarró mi cabeza y empezó a hundirla en su verga. Lo estaba masturbando con mis labios y sentí que su falo se puso incluso más duro en mi boca. “Ven” me dijo y me colocó boca arriba en la cama, abrí las piernas, el cogió su falo y sentí como la cabeza entraba suavemente por mi coño empapado. Era la verga más gruesa que había sentido y di un gemido de placer. Sentía como su pelvis chocaba con mi clítoris. Me dolía un poco pero el placer era mucho mayor y por nada del mundo quería que dejara de penetrarme.
“Fóllame fuerte, más duro, reviéntame”- le decía en el oído con susurros violentos.
Cuando escuchó aquellas palabras se puso aún más cachondo y empezó a moverse más rápido, aumento la velocidad y la fricción. “Sí, sí... no te detengas, qué rico, me encanta”. Parecía imparable hasta que redujo su velocidad pero aumento su potencia. La penetración pausada pero fuerte hacía que sus pelotas chocaran contra mi coño y eso me excitaba todavía más. Mientras hacía eso, él me mordía uno de los pezones y con una mano apretaba con mucha fuerza el otro. Estaba poseída del placer y estaba por correrme cuando le mordí el brazo y él se corrió dentro de mí y sentí como ese líquido espeso y muy caliente chorreaba por mi coño, eso fue lo que me llegó al líbido y también me vine al mismo tiempo. Fue el mejor sexo que haya podido experimentar.





Ahora estábamos echados sobre su cama, jadeando de placer y satisfechos. Mi celular empezó a sonar y a vibrar, haciendo ruido sobre la mesa. No quise contestar.
-¿No vas a ver quién es?
-No... no creo que sea importante.
Y lo abracé y coloqué mi cabeza sobre su pecho.
El celular seguía timbrando.
-¿Segura que no es importante?. Tal vez es tu novio.
Me levanté y fui hacía el escritorio y cuando llegué, el celular ya había dejado de timbrar y había un mensaje de voz, era de la voz de Jhonatan que decía que iba a salir con sus padres y que me amaba.
-¿Era él?
-Sí, pero no era importante. Escucha, me tengo que ir, estuvo increíble. 
-¿Lo volveremos a hacer?
-No apagues tu celular y ya veremos- le dije en tono amenazante pero en el fondo me gustaría tirármelo todos los días.
-Está bien. ¿Conoces la salida, no?
Le respondí con una afirmación mientras terminaba de cambiarme, la ropa todavía estaba un poco húmeda pero podría sobrevivir hasta mi casa.

Luego de despedirme, me encontré en la calle y caminé varias cuadras. Había dejado de llover pero la acera todavía seguía empapada. Pasé por el parque donde había estado  con Rafael hace unas horas  y vi a una pareja de hombres caminando delante de mí, abrazados, por ratos se besaban. Aceleré el paso y pasé a la pareja y los mire de frente. Sentí como si un cuchillo hubiera traspasado mi pecho: era Jhonatan abrazando a un tipo, bastante apuesto. No lo podía creer, empecé a llorar y a gritar iracunda mientras Jhonatan trataba de excusarse, hasta que el otro tipo le dijo que me dijera la verdad y que ya dejara de fingir. Le grité con todas mis fuerzas y corrí con las manos en los ojos para secarme las lágrimas. Me quiso sostener pero me fui completamente decepcionada en ese momento. Cuando sentí que ya había corrido lo suficiente y percatarme si Jhonatan no estaba cerca, me senté en la acera y eché a reír de felicidad y de confusión al mismo tiempo. Él era gay, y me había engañado no sé por cuánto tiempo, al igual que yo también lo he engañado con Rafael. Creo que después de todo este tiempo, no sentía nada por él. Sin embargo, todos vivíamos felices, ambos comiendo la verga de nuestros respectivos amantes y felices. Felices sin que el karma nos devuelva el golpe de nuestros errores. Era feliz y saltaba sobre la acera mojada sin importar que se manche mi ropa con el fango. 

jueves, 1 de marzo de 2012

La locura perfecta


   Era una noche normal de vacaciones, estaba haciendo tic-tac con los momentos que componían el día monótono. Fumando un cigarrillo rubio bajo el cielo estrellado, caminando por un parque pequeño que estaba mayormente cubierto por césped hasta que vi una banca de madera y se me antojó sentarme. Tenía los audífonos puestos escuchando a Pink Floyd y no podía escuchar nada a mí alrededor, solo me perdía por completo en el melodioso piano de The Great Gig on the Sky, aspirando la nicotina y expulsando el humo transparente del cigarro. Mi pequeño nirvana se interrumpe cuando siento que una mano me sacude desde el hombro.
-...llamando desde la esquina-fue lo único que escuché al sacarme los audífonos.
-Lo siento, ¿qué dijiste?- le pregunté a la chica que había aparecida de repente y que no podía apreciar lo suficiente porque estaba muy oscuro.
-Dije que te estaba llamando desde la esquina, Rafael. 
-¿Y tú eres...?
-Soy Alejandra, nos conocimos en secundaria ¿lo recuerdas?.
En ese momento se acercó un poco más hacía mi rostro y la reconocí pero aún así me costó trabajo reconocerla, pues, había cambiado desde aquella época escolar. Había perdido peso considerablemente, tenía el cabello más ordenado, labios pequeños y rosados y una mirada muy viva que ahora expresaban sus ojos hacía los míos. 
-Claro, Alejandra... estuvimos estudiando solo hasta tercero de media. ¿Qué pasó contigo?
-Me cambiaron de colegio, a mis padres no le parecieron suficiente la exigencia académica de aquella escuela. 
Y durante bastante rato estuvimos charlando sobre nuestro pasado, cosas banales y hasta clichés.
-¿Y qué haces por estos lugares?- le pregunté
-Vengo de la casa de mi novio, vive cerca de este parque que por alguna extraña razón siempre quise conocer. Llevamos cinco meses hasta hoy.
-Qué bien... qué bien- le dije sin ningún ánimo de que me importa y asintiendo la cabeza. Prefería que ella hable porque de esa manera podía contemplarla más tiempo. 
-Escuché que tenías un blog- me dijo de manera curiosa.
-Escuchaste bien, tengo tres y últimamente estaba escribiendo en el que es erótico. Ya no escribo hace tiempo.
-Jajajá. Relatos que escapaban de tu basta imaginación.
-Y de los tiempos que tenía enamorada.
-Guao... te hice recordar.
-Jajajajajá. Me hiciste recordar que me gané problemas por eso
-¿Qué clase de problemas te pueden ocasionar unos relatos?
-Solo me dijo que la estaba perjudicando socialmente.
-¿Y por qué se separaron?
-Larga historia. Éramos muy pasionales o un par de enfermos como nos decían muchos.
-Yo aún no tengo nada con Jhonatan, mi enamorado. Pienso que se da con el tiempo y ya llevamos cinco meses. Aunque... últimamente nos sentimos más propensos a hacerlo.
-¿Y qué estás esperando? ¿El matrimonio? Jajajajá. No en este siglo.
-¿Sabes?. Me propuso casarnos.
-Qué inocente e incrédula-pensé- Tal vez solo es una manera de convencerte a llevarte a la cama.
-Sí, lo mismo digo. Le dije que no, que esperara que yo se lo pida. Se lo voy a pedir el domingo si llueve.
-Jajajá. Buena suerte entonces.
Aburrido de sus cursilerías, le dije que tenía que irme y me dejó su número de celular. Al momento de que se levantó quedé sorprendido por sus curvas, sus redondeados y notorios pechos, el pantalón pegado que sobresaltaba sus largas y contorneadas piernas. Aquella noche se me hizo difícil dormir.
Pasaron unos días y mi celular empezó a timbrar mostrando el nombre de Alejandra en su pantalla. Le contesté y me preguntó por mi estado de ánimo que, como todas las personas, esperan a que conteste que estoy bien. 
-Ayer fue día de lluvia, lo cité cerca de mi casa a eso de las 10 pm y yo estaba con un vestido corto.
Imaginármela con un vestido corto no fue nada difícil. 
-¿Y qué pasó?
-Él llegó y nos empezamos a besar un buen rato, entonces el me alzó y empecé a morder sus labios.
-Suena delicioso.
-Lo fue, la calle estaba vacía.
-¿Y pasó  algo?
-Él toco con sus manos mi pecho y yo le pregunté qué es lo que estaba haciendo y me dijo “buscando tu pezón” y yo le ayudé a hacerlo. Estábamos muy excitados y todo pasaba bajo la lluvia.
-¿Estás tratando de encenderme? Porque lo estás logrando.
-Jajajajá. Noooo, nooo, para nada. Acostumbro a citarlo de noche cerca a mi casa. Ahora sus labios están hinchados.
-Me solía pasar esos de los labios hinchados.... describes bien.
-Jajajá. Me encanta decirle “puedes hacer de mí lo que quieras”. ¿Y tú qué hacías con tu ex enamorada?
-Nos manoseábamos en todos lados, lo hacíamos en todos los lugares qué podíamos. A escondidas de nuestros padres, en el baño de la casa de algún amigo que hacía una fiesta.
-Vaya, te divertías entonces... bueno, me tengo que ir. Te llamo otro día, adiós.
Y colgó el celular sin dejar que me despida de ella.

Durante varios días estuve pensando en ella, en su cuerpo. En como se había dejado tocar y los susurros calientes que le decía a su enamorado en el oído. 
Esta vez pasaron semanas y yo estaba solo en mi habitación, echado sobre mi cama fumando cannabis con mi pipa y escuchando el disco completo de The Dark Side Of The Moon. Me sentía como si flotara mientras escuchaba los gritos de la soprano emitidos por mis potentes parlantes. De pronto, siento que mi celular vibra en mi pierna, dentro de mi bolsillo, lo saco y veo el nombre de Alejandra en la pantalla.
-¿Aló?
-Hola, Rafael, estoy cerca del parque donde nos vimos la última vez. ¿Nos podemos ver?. Necesito contarte algo.
-Claro, estaré ahí en seis minutos. Nos vemos ahí, en la misma banca.
-Adiós
Llegué al lugar de encuentro y de tan solo verla, me provocó una erección. Tenía una sonrisa en el rostro y una falda corta. Nos sentamos para comenzar nuestra charla. 
-Tus ojos están un poco rojos- me dijo
-Es que acabo de levantarme.
¿Te levanté?. Lo siento muchísimo. Odio hacer eso.
-No es nada. ¿De qué querías hablarme?
-Lo llegue a hacer.
-¿Y te gustó?
-Déjame contarte. Fue mi primera vez y la de él también.
-Sí... claro, su primera vez-pensé- ¿y estuvo bueno?
-No lo pudimos hacer en su casa ni tampoco en la mía.
-¿En un hotel entonces?
-Todo el catorce de febrero la pasamos en un cuarto de hotel.
-Qué bien... entonces la pasaste muy bien durante horas.
-Sí
-Te envidio, hace meses que no tengo ese tipo de aventuras y creo que ya me está haciendo falta.
-Lo hicimos varias veces... fue como si nos hubiéramos tenido hambre o algo así.
-Qué rico.
-Él me tocó todo. Hubo un momento que me cargó y me llevó hacía la ducha.
No podía más, mis pantalones estaban a punto de reventar. Temía que note mi enorme erección.
-¿Y qué más pasó?
-Me tocaba todo, me empezó a morder los senos. En realidad yo se lo pedía. Te diría exactamente cuántas veces lo hicimos pero perdí la cuenta.

Me sorprendió la confianza que me había dado para contarme todo eso. La estaba deseando muchísimo en esos momentos, quería tocarla, sentirla.
-Creo que también tengo ganas de hacértelo- le dije sin pensar en las consecuencias de aquella frase.
-Jajajá. ¿Enserio?- dijo tornándose muy roja y riéndose nerviosamente.
-Perdóname, me he pesado, lo siento mucho.
-No te preocupes... ¿creo?
-Es más excitante, creo, hacerlo con un amante. Hay más pasión, más fuego.
-Yo pienso lo mismo.
-El corazón bombeo más rápido la sangre que recorre por tus venas a una velocidad increíble. Provocándote unas ganas insaciables de sexo.
-Por lo prohibido que es.
-Exacto, nadie se enteraría, no tenemos amigos en común... ¡Puta madre!. Perdóname de nuevo, esta vez sí me he pasado. Soy un descarado.
-Jajajá. Pero es cierto, no tenemos amigos en común. Sería un gran secreto.
-Como tú quieras llamarlo. Es excitante de tan solo pensarlo.
-Lo es. Sería la locura perfecta.

De pronto acerqué mis labios a su rostro lentamente y con los ojos cerrados empezamos a besarnos lenta y apasionadamente. Me pasó el brazo por el cuello, me dejó de besar por un segundo y en el oído, susurrando, me dijo: “tócame, tócame todo lo que quieras”. Y mis manos se fueron directo a sus redondos senos, apretándolos mientras la besaba ahora más violentamente y ella daba suspiros de placer. Sin darme cuenta, con su mano izquierda, empezó a frotar mi falo sobre mis pantalones. Hice lo mismo con una mano y la pasé suavemente por su pierna hasta llegar a sus bragas. Estaba bastante húmeda.
-Estás muy mojada- le dije susurrando.
-Sí...- me lo dijo, muy bajo. Su excitación la había vencido.
-Vamos a mi casa.- Le dije mientras le besaba el cuello y la frotaba sobre las bragas. 
-No, no, no puedo ahora.
-¿Por qué no?- y la dejé de besar y acariciar.
-Loquito, se paciente. Tengo que llegar temprano a mi casa.
Estaba realmente enojado por aquel corte pero no lo quise expresar.
-Bueno, está bien... ¿cuándo nos vemos entonces?.
-Sé paciente, yo te llamaré.
-Está bien, está bien. Bueno, me tengo que ir.
-¿No me vas a acompañar a la parada de autobús?
-No, lo siento. Chau.- y me fui controlando mi ira por dentro.
Esa noche apagué mi celular y solo me quede encerrado en mi habitación en la cama con los brazos cruzados sobre la almohada mirando el techo y recordando todo lo ocurrido. Sin darme cuenta, me quedé dormido en poco tiempo.
No prendí mi celular hasta la tarde del día siguiente. Tenía un nuevo mensaje de voz:
“Hola, Rafa, solo quería decirte que me provocaste mucho ayer y no pude dejar de pensar en ti toda la noche. Siento mucho haberte dejado con las ganas. Devuélveme la llamada para quedar de nuevo y enredarnos en las sábanas. Un beso... donde quieras”.
(Continuará)

martes, 24 de enero de 2012

El trabajo soñado


Soy un joven estudiante de leyes que estaba buscando trabajo en un país donde es muy difícil (por no decir imposible) conseguirlo. Gracias a mi padre, aprendí a arreglar ordenadores y básicamente buscaba algún trabajo relacionado con la asistencia técnica de estos. Había inundado de anuncios gran parte de mi distrito (pegué algunos en los postes, en las vitrinas de las tiendas, de los supermercados e incluso repartí volantes. Estaba realmente desesperado por un poco dinero y, por orgullo, no le pedía ni un centavo a mi padre. Necesitaba el dinero para comprarme un auto respetable (no como algunos vegestorios que tienen algunos de mis amigos), no pedía un Ferrari pero tampoco pensaba conformarme con un pedazo de chatarra con ruedas.


Pasaban semanas y ni mi celular ni mi teléfono sonaban con la intención de ofrecerme un trabajo. Pasaba mis días aburrido ayudando en casa y enterrando mi nariz en el Código Civil. Hasta que un día, mientras estaba echado sobre mi cama viendo el techo y recordando episodios de mi vida, siento que mi muslo derecho vibra y emite al mismo tiempo la novena sinfonía de Beethoven versión ringtone. Era un amigo que tenía un problema bastante conocido en su computadora y que quería que vaya a su casa lo antes posible porque necesitaba escribir un ensayo sobre La Nausea de Sartre. No me lo pensé dos veces y le dije que estaba ahí en menos de quince minutos.

Llegué a su casa en doce minutos para ser exactos. Tiene una casa muy grande, una mansión diría yo, con un gran jardín antes de llegar a la puerta de entrada. Toqué el timbre y, mediante el intercomunicador escuché la voz de mi amigo diciéndome que no tardaría en abrir. Cuando abrió la puerta, lo saludé con un gran abrazo y un fuerte apretón de manos (pues, no lo veía desde que habíamos terminado la escuela hace 4 años). Y entramos a su casa. Me empezó a hablar de lo que estaba haciendo y sus planes para el futuro pero yo no le presté mucha atención, pues, mi atención estaba abstraída con el escenario que mis ojos presenciaban. Dentro había muebles que parecían ser muy caros, alrededor de una pantalla gigantesca plana colgada como un cuadro. Seguimos caminando y había una mesa de billar muy elegante de madera clara y pulida. El ambiente era realmente acogedor y sonaba en todo lugar música instrumental. Al costado de la mesa de billar había una gran puerta transparente hecha de vidrio y por donde se podía ver a través una piscina grande rectangular con agua cristalina moviéndose tranquilamente. Alrededor de la piscina había pequeñas mesas con sombrillas y asientos de madera para recostarse y tomar el sol. Con el infernal calor que había ahora mismo me dieron unas tremendas ganas de darme un chapuzón. Finalmente, subimos unas escaleras alfombradas y llegamos a un segundo piso que parecía ser un estudio porque solo había una enorme mesa transparente, y alrededor videojuegos arcade. Sobre la mesa estaba su ordenador.
-Colega, cada vez que trato de abrir el world me sale una pantalla azul. ¿Crees que puedes arreglarlo?
-Claro, claro. Es un problema bastante conocido. Lo he arreglado antes.
-Bueno, te la dejo en tus manos entonces. Iré a recoger a Claire para irnos a la casa de campo.
-¿No tenías que escribir un ensayo?
-Lo haré cuando regresé, tío. Un fin de semana con la novia en la casa de campo no se disfruta tan fácil.
-Tienes razón, buena suerte entonces. Échate un polvo a mi nombre.
-Eso sonó un poco repugnante. Consíguete una novia, pajerillo- me dijo en tono bromista y soberbio al mismo tiempo-Ha, por cierto, lo que cobres, se lo pides a mi mamá que está en el primer piso. ¡Ciao!.
-Jajajajajá. Lo haré, Jack, lo haré. Adiós.
Y Jack se fue y dejando atrás el ruido de la escalera al ser pisoteada.

El problema que tenía su ordenador no era cosa sencilla. Estaba perdiendo la paciencia pero no podía rendirme tan fácil y dejarlo como me lo entregó. El calor me estaba asesinando y me moría por un vaso de agua helada. Decidí bajar y tratar de buscar la cocina por mi cuenta. Cuando terminé de bajar las escaleras, miré hacía la piscina y me quedé contemplando una escena que llamó muchísimo mi atención. Era la mamá de Jack, echándose una especie de aceite sobre sus finas y carnosas piernas. Se echaba un poco en la mano y luego levantaba su pierna derecha hacía y pasaba su mano derecha por toda su pierna suavemente hasta que llegaba a sus muslos y lo esparcía de forma circular. Su piel quedaba bronceada de un color naranja oscuro. Cuando se levantó, todo su cuerpo brillaba bajo el sol, llevaba un bikini muy sensual. Era increíble como una mujer de su edad podía tener una figura tan espectacular. Podía notar sus redondos y levantados pechos, su abdomen plano, sus tentadoras piernas y su cabello castaño claro que se movía con la brisa del aire. Tenía puestos unos lentes negros y mientras se estiraba giró su cabeza hacía mi dirección y me vio. Sentí pánico en ese momento y desvié la mirada buscando un lugar donde esconderme. No funcionó, a los pocos segundos, escuché su voz.
-Hey!. ¿Tú eres amigo de Jackie, verdad?. Has venido por lo de su ordenador.
Me tranquilicé y di un suspiro. Seguía un poco nervioso de todas formas.
-S-sí... soy yo.
-¿Estás buscando algo? ¿necesitas ayuda?. Ven aquí para escucharte mejor y no tener que estar gritando.
Me acerqué cuidadosamente y salí hacía el patio de piscina. En cuanto entré, ella subió sus lentes ligeramente sobre sus cejas con una mano. Y sonriendo, dijo.
-Hola, ¿qué hacías por ahí medio perdido?
-Pues, solo andaba buscando algo de beber. El calor me ha dado mucha sed.
-Has venido al lugar indicado entonces-dijo amablemente. Se acercó hacía una de las mesas con sombrilla que tenía una botella de Chivas Regal sobre ella. Cogió con una pinza metálica de una cubeta de plata un par de cubos de hielo y me preparó un Whisky en las rocas.
-¿Ya tienes edad suficiente para beber, verdad?- me dijo mientras me alcanzaba el vaso.
Solo le respondí con una sonrisa tímida y acerqué el vaso a mi boca. Me tomé el trago muy rápido producto de la sed que tenía y dejé el vaso todavía con los cubos de hielo sobre la mesa.
-Vaya que tenías sed. Siéntate, por favor, te acompañaré a tomar otro.
-Está bien, gracias- le dije sonriendo.
Sirvió dos vasos de whisky en las rocas y mientras tomaba tranquilamente mi trago, pude notar de soslayo que la mamá de Jack no dejaba de mirarme.
-Chivas Regal de 25 años de edad, ¿verdad?.-pregunté para romper el hielo.
-Así es, tiene casi tu edad.- dijo la mamá de Jack con una carcajeada.
-Y la música, ¿Chopin si no me equivoco?.
-Así es, y se llamaba como tú, Federico.- me dijo después de tomar su último sorbo de whisky.
-Jejejé- reí ligeramente sonrojado recordando estúpidamente la escena de La Caperucita Roja. En este caso yo era la caperucita y ella la loba. Y yo me quería comer a la loba. No podía dejar de mirar sus grandes pechos cubiertos de aceite.
-Tienes muy buenos gustos por lo que puedo escuchar.
-Pues, sí, usted también por lo que veo y vi al momento de entrar a esta maravillosa y acogedora casa.
-Gracias, Federico. Son cosas que compró mi antiguo marido. Bueno, me voy a nadar- Acto seguido, se levantó de la silla y dio media vuelta en dirección a la piscina y yo volteé mi cabeza para verla de espaldas. Mientras contemplaba su quebrada cintura y su levantado trasero me quedé pasmado al ver que se quitaba la parte superior del bikini y luego la inferior.
-¿No me quieres acompañar?- dijo medio volteando la cara y, sin esperar respuesta, se dio un clavado contra la piscina.
Me saqué la ropa de un tiro y me tiré, zambulléndome, a la piscina. Cuando mi cabeza y mi tórax salieron al exterior, no pude ver a la mamá de Jack. Tenía en esos momentos una enorme y dura erección. Pensé que tal vez había salido de la piscina rápidamente sin que lo notara pero me sorprendió cuando salió justo delante mío. Clavé mi mirada en sus pechos y sus pezones erectos, ella me levantó la cabeza con un dedo, poso sus brazos sobre mis hombros y me besó frenéticamente mientras alzaba y acomodaba sus piernas alrededor de mi cintura. Logrando que la penetrara suavemente. En ese instante tiró su cabeza hacía atrás dejando ver mejor sus deliciosos senos y emitiendo un gemido. Ella hacía meter su coño en mi dura verga hacía delante y hacía atrás. Cada vez más rápido y cada vez gemía más. “Hazme toda tuya, bribón”. Y empecé a pasar mi húmeda lengua en forma circular sobre sus pezones. “Vamos a la superficie”- me dijo muy excitada al mismo tiempo que jalaba mis cabellos.

La cargué parecida a la misma posición en la que estábamos en la piscina y la recosté sobre la silla para tomar sol, y la abrí las piernas para saborear su coño. Posé mi lengua sobre su clítoris y empecé a moverla de la misma manera a como lo hacen las serpientes. Ella se retorcía de placer con sus manos sobre mi cabeza y su coño escurría un fluido caliente que se diferenciaba con el agua de la piscina. Ya tenía muchas ganas de penetrarla, cogí mi gordo y duro falo, lo pasé primero por su clítoris y sus paredes y le embestí toda mi verga de una sola.  Sus deliciosos senos rebotaban mientras tenía sus pezones erectos y yo la penetraba salvajemente. “Termínate dentro, termínate dentro, por favor”-me decía jadeando de placer. Aquellas palabras me excitaron aún más y la cogí para ponerla en cuatro. La seguí penetrando por su empapado coño mientras le agarraba los senos por detrás. Eso y sus gemidos hicieron que esparciera litros de caliente semen dentro de ella. Ambos soltamos un grandioso gemido de placer.
-Estuvo fabuloso- dijo antes de tomar una bocanada de cigarrillo.- Ahora estábamos echados sobre la silla.
-Es usted una diosa eros, señora- le dije mientras ponía mis manos bajo mi cabeza en pos de descanso.
-¿No te gustaría venir más seguido a arreglar ordenadores?
-Me encantaría- y la besé un largo rato.


Y así, después de unos días, llegué con un auto marca Audi a la Facultad. Mis amigos se quedaron boquiabiertos y no pudieron creer que era yo el que se bajaba del auto.
-Tienes un carro mejor que el de El Decano- dijo uno de ellos. ¿Cómo conseguiste semejante belleza?
-Pues, digamos que ya tengo sueldo fijo-dije guiñando un ojo.

martes, 3 de enero de 2012

La primera vez

 Tenía 17 años, de cabello claro, lacio y largo, ojos pardos, bastante desarrollada para mi edad. "Una princesa" como decía mi novio para eso entonces, Jhon. Él tenía 19 años, un chico atento y, sobretodo, muy paciente.

A pesar de ser virgen, estaba muy informada en cuánto educación sexual. Estaba al tanto de los métodos anticonceptivos y de todos los "rumores" para no dejarme engañar. Por suerte, mis ciclos siempre han sido regulares así que me podía guiar de mis días fértiles. No debía de confiar mucho en eso, pues, la naturaleza es sabia pero cada cuerpo tienes sus detalles.

Llevaba ya 4 meses con mi novio y los besos apasionados junto con ligeras caricias en mis senos era todo el "sexo" que teníamos. Él había estado con otras chicas pero aún así no tenía mucha experiencia en el juego del amor. Pobre, estaba desesperado pues, solo podía calmarlo con mis manitos masturbándolo (que solo me animaba a hacerlo si el llevaba mi mano a ese lugar). Pasaron los días y poco a poco me fui animando a ampliar nuestro aspecto sexual.

Una noche, estábamos caminando por el malecón, nos habíamos ido a tomar unos helados y fuimos a parar a un parque donde solo se pueden ver parejas besándose algunas con ternura y otras con pasión hasta violenta. Nos sentamos en una banca pintada de garabatos (amores eternos encerrados en corazones flechados, pequeños poemas improvisados e incluso dibujos obsenos). Estuvimos besándonos por un largo rato mientras él se cogía de mi cintura suavemente con sus dos manos y una hermosa luna que nos contemplaba desde lo alto del firmamento nos invitaba a pasar un caluroso momento. Mediante iban pasando los juegos, se estaba despertando en mí lo que sería excitación o, en dicho en otras palabras, me estaba calentando con las cosas que me hacía Jhon (ya para esos tiempos, las caricias en mis senos eran algo que deseaba muy ansiosamente y en más de una oportunidad había sentido sus manos en mis desnudos muslos que solo retiraba cuando notaba que sus dedos querían irse un poco más allá de lo debido). No podía más, quería sentir su piel, buscamos dónde escondernos y encontramos unos arbustos en forma de cueva. Entramos a nuestro refugio gateando y mi trasero, en esa posición, tentó mucho a mi novio que estaba detrás de mí. Se abalanzó sobre mí, me sacó violentamente el pantalón, dejando mi trasero tapado solo con mis bragas, me abrazó dejándome boca abajo y mi colita a su disposición. Podía sentir lo duro que estaba su falo sobre mi trasero. Me di vuelta y me besó con ternura. La luz de la luna iluminaba mi rostro que mostraba una sonrisa haciendo entender a John que podía continuar con lo que estaba haciendo. No tardó mucho en terminar de sacarme el pantalón para poder acariciar mi piel. Estaba empezando a excitarme y me animé a tocar su falo (que hasta el momento era él el que me llevaba a ese sitio) y comencé a masturbarlo. El aprovecho aquel momento para meter su mano bajo mis bragas pero lo detuve antes de que pudiera hacerlo. Él insistió pero le seguí quitando la mano. Decidió acariciarme sobre mis bragas, su dedo estaba sobre mi clítoris y sus caricias en forma circular que estaba recibiendo empezaron a provocar algo que nunca había sentido. "Estás muy mojada. ¿Ya lo ves qué es rico?". Sí que estaba mojada y sí que era rico, pero estaba asustada no por las caricias, sino por todo su tronco que mi mano encerraba y qué cerrada no llegaba a cubrir. Era realmente grueso. Me dolía de solo pensarlo, él estaba sobre mí y yo temblaba de miedo. De a pocos, me fue quitando las bragas hasta la altura de mis rodillas. Sus caricias sobre mi clítoris fueron más intensas e intentó penetrarme con sus dedos. 
-¡No!-  le dije fuertemente. 
-Pero, ¿qué pasa?, no me vas a hacer llegar hasta aquí para renunciar- me dijo un poco disgustado.
-Es que no puedo hacerlo, no es el momento aún... creo.- le dije casi sollozando.
-Tranquila, tranquila...ya, no importa, no importa.
Ese día quedamos en que lo haríamos el día que llegara la primavera.


Pasamos días en donde nuestras manos se perdían en la oscuridad de aquel parque entre besos y susurros al oído hasta que llegó el 21de septiembre. Ya estaba todo planeado: mis padres se iban a la casa de mis tíos y ya me quedaría en mi casa porque "tenía muchas tareas que hacer". La casa iba a estar reservada solo para los dos a partir de las 3pm, después del almuerzo. Cuando Jhon llegó, me llenó de besos y de caricias. Fuimos, con los ojos entreabiertos, a mi habitación y me quitó la ropa. Solo quedaba mi sujetador y mis bragas cuando él empezó a desvestirse. Me sentó y sus manos recorrieron todo mi cuerpo. Estaba empezando a sentirme caliente y quedamos completamente desnudos y yo completamente mojada lista para ser penetrada. Se acostó sobre mí y un "despacito"escapó de mis labios. Separó mis piernas, apoyo su enorme verga sobre mi mojado coño dispuesto a cogerme y, muy suavemente, empezó a penetrarme. Quise pararlo, pero tomo mi cintura y me penetró hasta el fondo. Mi gritó rompió el silencio y él empezó a menearse. El dolor era intenso pero el placer lo era muchísimo más. Mis miedos se habían ido y el vértigo que sentía mi cuerpo pedía mucho más. Me retorcía de placer. Era mi primera vez y quería sentir cómo su cuerpo se apoderaba del mío, lo estábamos haciendo sin protección. Estaba tan ardiente que era capaz de hacer cualquier cosa. Aquella cosa enorme entraba y salía de mi coño como si estuviera hecho para ella. El placer había superado el dolor y más cuando eyaculó dentro mío y pude sentir como su semen caliente se esparcía dentro. Quedamos tirados sobre la cama, exhaustos, rendidos. Cuando de repente se escucha un ruido. No habíamos asegurado la puerta y empezamos a vestirnos a la velocidad de la luz. Sentí los pasos rápidos que subían por las escaleras, eran mi hermanita y mi mamá que llegaron justo en el momento en que terminé de ponerme el polo. 

-¿Cómo están, chicos?-preguntó mi madre
-Muertos-dijimos al unisonio. 
-Parecen muy cansados, deben de haber estudiado mucho. Les preparé unos emparedados.- dijo sonriendo- bueno, sigan con lo suyo- y se marchó.
-Ya hemos acabado- dije con una sonrisa pícara dibujada en mi rostro y mirando a John.