martes, 24 de enero de 2012

El trabajo soñado


Soy un joven estudiante de leyes que estaba buscando trabajo en un país donde es muy difícil (por no decir imposible) conseguirlo. Gracias a mi padre, aprendí a arreglar ordenadores y básicamente buscaba algún trabajo relacionado con la asistencia técnica de estos. Había inundado de anuncios gran parte de mi distrito (pegué algunos en los postes, en las vitrinas de las tiendas, de los supermercados e incluso repartí volantes. Estaba realmente desesperado por un poco dinero y, por orgullo, no le pedía ni un centavo a mi padre. Necesitaba el dinero para comprarme un auto respetable (no como algunos vegestorios que tienen algunos de mis amigos), no pedía un Ferrari pero tampoco pensaba conformarme con un pedazo de chatarra con ruedas.


Pasaban semanas y ni mi celular ni mi teléfono sonaban con la intención de ofrecerme un trabajo. Pasaba mis días aburrido ayudando en casa y enterrando mi nariz en el Código Civil. Hasta que un día, mientras estaba echado sobre mi cama viendo el techo y recordando episodios de mi vida, siento que mi muslo derecho vibra y emite al mismo tiempo la novena sinfonía de Beethoven versión ringtone. Era un amigo que tenía un problema bastante conocido en su computadora y que quería que vaya a su casa lo antes posible porque necesitaba escribir un ensayo sobre La Nausea de Sartre. No me lo pensé dos veces y le dije que estaba ahí en menos de quince minutos.

Llegué a su casa en doce minutos para ser exactos. Tiene una casa muy grande, una mansión diría yo, con un gran jardín antes de llegar a la puerta de entrada. Toqué el timbre y, mediante el intercomunicador escuché la voz de mi amigo diciéndome que no tardaría en abrir. Cuando abrió la puerta, lo saludé con un gran abrazo y un fuerte apretón de manos (pues, no lo veía desde que habíamos terminado la escuela hace 4 años). Y entramos a su casa. Me empezó a hablar de lo que estaba haciendo y sus planes para el futuro pero yo no le presté mucha atención, pues, mi atención estaba abstraída con el escenario que mis ojos presenciaban. Dentro había muebles que parecían ser muy caros, alrededor de una pantalla gigantesca plana colgada como un cuadro. Seguimos caminando y había una mesa de billar muy elegante de madera clara y pulida. El ambiente era realmente acogedor y sonaba en todo lugar música instrumental. Al costado de la mesa de billar había una gran puerta transparente hecha de vidrio y por donde se podía ver a través una piscina grande rectangular con agua cristalina moviéndose tranquilamente. Alrededor de la piscina había pequeñas mesas con sombrillas y asientos de madera para recostarse y tomar el sol. Con el infernal calor que había ahora mismo me dieron unas tremendas ganas de darme un chapuzón. Finalmente, subimos unas escaleras alfombradas y llegamos a un segundo piso que parecía ser un estudio porque solo había una enorme mesa transparente, y alrededor videojuegos arcade. Sobre la mesa estaba su ordenador.
-Colega, cada vez que trato de abrir el world me sale una pantalla azul. ¿Crees que puedes arreglarlo?
-Claro, claro. Es un problema bastante conocido. Lo he arreglado antes.
-Bueno, te la dejo en tus manos entonces. Iré a recoger a Claire para irnos a la casa de campo.
-¿No tenías que escribir un ensayo?
-Lo haré cuando regresé, tío. Un fin de semana con la novia en la casa de campo no se disfruta tan fácil.
-Tienes razón, buena suerte entonces. Échate un polvo a mi nombre.
-Eso sonó un poco repugnante. Consíguete una novia, pajerillo- me dijo en tono bromista y soberbio al mismo tiempo-Ha, por cierto, lo que cobres, se lo pides a mi mamá que está en el primer piso. ¡Ciao!.
-Jajajajajá. Lo haré, Jack, lo haré. Adiós.
Y Jack se fue y dejando atrás el ruido de la escalera al ser pisoteada.

El problema que tenía su ordenador no era cosa sencilla. Estaba perdiendo la paciencia pero no podía rendirme tan fácil y dejarlo como me lo entregó. El calor me estaba asesinando y me moría por un vaso de agua helada. Decidí bajar y tratar de buscar la cocina por mi cuenta. Cuando terminé de bajar las escaleras, miré hacía la piscina y me quedé contemplando una escena que llamó muchísimo mi atención. Era la mamá de Jack, echándose una especie de aceite sobre sus finas y carnosas piernas. Se echaba un poco en la mano y luego levantaba su pierna derecha hacía y pasaba su mano derecha por toda su pierna suavemente hasta que llegaba a sus muslos y lo esparcía de forma circular. Su piel quedaba bronceada de un color naranja oscuro. Cuando se levantó, todo su cuerpo brillaba bajo el sol, llevaba un bikini muy sensual. Era increíble como una mujer de su edad podía tener una figura tan espectacular. Podía notar sus redondos y levantados pechos, su abdomen plano, sus tentadoras piernas y su cabello castaño claro que se movía con la brisa del aire. Tenía puestos unos lentes negros y mientras se estiraba giró su cabeza hacía mi dirección y me vio. Sentí pánico en ese momento y desvié la mirada buscando un lugar donde esconderme. No funcionó, a los pocos segundos, escuché su voz.
-Hey!. ¿Tú eres amigo de Jackie, verdad?. Has venido por lo de su ordenador.
Me tranquilicé y di un suspiro. Seguía un poco nervioso de todas formas.
-S-sí... soy yo.
-¿Estás buscando algo? ¿necesitas ayuda?. Ven aquí para escucharte mejor y no tener que estar gritando.
Me acerqué cuidadosamente y salí hacía el patio de piscina. En cuanto entré, ella subió sus lentes ligeramente sobre sus cejas con una mano. Y sonriendo, dijo.
-Hola, ¿qué hacías por ahí medio perdido?
-Pues, solo andaba buscando algo de beber. El calor me ha dado mucha sed.
-Has venido al lugar indicado entonces-dijo amablemente. Se acercó hacía una de las mesas con sombrilla que tenía una botella de Chivas Regal sobre ella. Cogió con una pinza metálica de una cubeta de plata un par de cubos de hielo y me preparó un Whisky en las rocas.
-¿Ya tienes edad suficiente para beber, verdad?- me dijo mientras me alcanzaba el vaso.
Solo le respondí con una sonrisa tímida y acerqué el vaso a mi boca. Me tomé el trago muy rápido producto de la sed que tenía y dejé el vaso todavía con los cubos de hielo sobre la mesa.
-Vaya que tenías sed. Siéntate, por favor, te acompañaré a tomar otro.
-Está bien, gracias- le dije sonriendo.
Sirvió dos vasos de whisky en las rocas y mientras tomaba tranquilamente mi trago, pude notar de soslayo que la mamá de Jack no dejaba de mirarme.
-Chivas Regal de 25 años de edad, ¿verdad?.-pregunté para romper el hielo.
-Así es, tiene casi tu edad.- dijo la mamá de Jack con una carcajeada.
-Y la música, ¿Chopin si no me equivoco?.
-Así es, y se llamaba como tú, Federico.- me dijo después de tomar su último sorbo de whisky.
-Jejejé- reí ligeramente sonrojado recordando estúpidamente la escena de La Caperucita Roja. En este caso yo era la caperucita y ella la loba. Y yo me quería comer a la loba. No podía dejar de mirar sus grandes pechos cubiertos de aceite.
-Tienes muy buenos gustos por lo que puedo escuchar.
-Pues, sí, usted también por lo que veo y vi al momento de entrar a esta maravillosa y acogedora casa.
-Gracias, Federico. Son cosas que compró mi antiguo marido. Bueno, me voy a nadar- Acto seguido, se levantó de la silla y dio media vuelta en dirección a la piscina y yo volteé mi cabeza para verla de espaldas. Mientras contemplaba su quebrada cintura y su levantado trasero me quedé pasmado al ver que se quitaba la parte superior del bikini y luego la inferior.
-¿No me quieres acompañar?- dijo medio volteando la cara y, sin esperar respuesta, se dio un clavado contra la piscina.
Me saqué la ropa de un tiro y me tiré, zambulléndome, a la piscina. Cuando mi cabeza y mi tórax salieron al exterior, no pude ver a la mamá de Jack. Tenía en esos momentos una enorme y dura erección. Pensé que tal vez había salido de la piscina rápidamente sin que lo notara pero me sorprendió cuando salió justo delante mío. Clavé mi mirada en sus pechos y sus pezones erectos, ella me levantó la cabeza con un dedo, poso sus brazos sobre mis hombros y me besó frenéticamente mientras alzaba y acomodaba sus piernas alrededor de mi cintura. Logrando que la penetrara suavemente. En ese instante tiró su cabeza hacía atrás dejando ver mejor sus deliciosos senos y emitiendo un gemido. Ella hacía meter su coño en mi dura verga hacía delante y hacía atrás. Cada vez más rápido y cada vez gemía más. “Hazme toda tuya, bribón”. Y empecé a pasar mi húmeda lengua en forma circular sobre sus pezones. “Vamos a la superficie”- me dijo muy excitada al mismo tiempo que jalaba mis cabellos.

La cargué parecida a la misma posición en la que estábamos en la piscina y la recosté sobre la silla para tomar sol, y la abrí las piernas para saborear su coño. Posé mi lengua sobre su clítoris y empecé a moverla de la misma manera a como lo hacen las serpientes. Ella se retorcía de placer con sus manos sobre mi cabeza y su coño escurría un fluido caliente que se diferenciaba con el agua de la piscina. Ya tenía muchas ganas de penetrarla, cogí mi gordo y duro falo, lo pasé primero por su clítoris y sus paredes y le embestí toda mi verga de una sola.  Sus deliciosos senos rebotaban mientras tenía sus pezones erectos y yo la penetraba salvajemente. “Termínate dentro, termínate dentro, por favor”-me decía jadeando de placer. Aquellas palabras me excitaron aún más y la cogí para ponerla en cuatro. La seguí penetrando por su empapado coño mientras le agarraba los senos por detrás. Eso y sus gemidos hicieron que esparciera litros de caliente semen dentro de ella. Ambos soltamos un grandioso gemido de placer.
-Estuvo fabuloso- dijo antes de tomar una bocanada de cigarrillo.- Ahora estábamos echados sobre la silla.
-Es usted una diosa eros, señora- le dije mientras ponía mis manos bajo mi cabeza en pos de descanso.
-¿No te gustaría venir más seguido a arreglar ordenadores?
-Me encantaría- y la besé un largo rato.


Y así, después de unos días, llegué con un auto marca Audi a la Facultad. Mis amigos se quedaron boquiabiertos y no pudieron creer que era yo el que se bajaba del auto.
-Tienes un carro mejor que el de El Decano- dijo uno de ellos. ¿Cómo conseguiste semejante belleza?
-Pues, digamos que ya tengo sueldo fijo-dije guiñando un ojo.

martes, 3 de enero de 2012

La primera vez

 Tenía 17 años, de cabello claro, lacio y largo, ojos pardos, bastante desarrollada para mi edad. "Una princesa" como decía mi novio para eso entonces, Jhon. Él tenía 19 años, un chico atento y, sobretodo, muy paciente.

A pesar de ser virgen, estaba muy informada en cuánto educación sexual. Estaba al tanto de los métodos anticonceptivos y de todos los "rumores" para no dejarme engañar. Por suerte, mis ciclos siempre han sido regulares así que me podía guiar de mis días fértiles. No debía de confiar mucho en eso, pues, la naturaleza es sabia pero cada cuerpo tienes sus detalles.

Llevaba ya 4 meses con mi novio y los besos apasionados junto con ligeras caricias en mis senos era todo el "sexo" que teníamos. Él había estado con otras chicas pero aún así no tenía mucha experiencia en el juego del amor. Pobre, estaba desesperado pues, solo podía calmarlo con mis manitos masturbándolo (que solo me animaba a hacerlo si el llevaba mi mano a ese lugar). Pasaron los días y poco a poco me fui animando a ampliar nuestro aspecto sexual.

Una noche, estábamos caminando por el malecón, nos habíamos ido a tomar unos helados y fuimos a parar a un parque donde solo se pueden ver parejas besándose algunas con ternura y otras con pasión hasta violenta. Nos sentamos en una banca pintada de garabatos (amores eternos encerrados en corazones flechados, pequeños poemas improvisados e incluso dibujos obsenos). Estuvimos besándonos por un largo rato mientras él se cogía de mi cintura suavemente con sus dos manos y una hermosa luna que nos contemplaba desde lo alto del firmamento nos invitaba a pasar un caluroso momento. Mediante iban pasando los juegos, se estaba despertando en mí lo que sería excitación o, en dicho en otras palabras, me estaba calentando con las cosas que me hacía Jhon (ya para esos tiempos, las caricias en mis senos eran algo que deseaba muy ansiosamente y en más de una oportunidad había sentido sus manos en mis desnudos muslos que solo retiraba cuando notaba que sus dedos querían irse un poco más allá de lo debido). No podía más, quería sentir su piel, buscamos dónde escondernos y encontramos unos arbustos en forma de cueva. Entramos a nuestro refugio gateando y mi trasero, en esa posición, tentó mucho a mi novio que estaba detrás de mí. Se abalanzó sobre mí, me sacó violentamente el pantalón, dejando mi trasero tapado solo con mis bragas, me abrazó dejándome boca abajo y mi colita a su disposición. Podía sentir lo duro que estaba su falo sobre mi trasero. Me di vuelta y me besó con ternura. La luz de la luna iluminaba mi rostro que mostraba una sonrisa haciendo entender a John que podía continuar con lo que estaba haciendo. No tardó mucho en terminar de sacarme el pantalón para poder acariciar mi piel. Estaba empezando a excitarme y me animé a tocar su falo (que hasta el momento era él el que me llevaba a ese sitio) y comencé a masturbarlo. El aprovecho aquel momento para meter su mano bajo mis bragas pero lo detuve antes de que pudiera hacerlo. Él insistió pero le seguí quitando la mano. Decidió acariciarme sobre mis bragas, su dedo estaba sobre mi clítoris y sus caricias en forma circular que estaba recibiendo empezaron a provocar algo que nunca había sentido. "Estás muy mojada. ¿Ya lo ves qué es rico?". Sí que estaba mojada y sí que era rico, pero estaba asustada no por las caricias, sino por todo su tronco que mi mano encerraba y qué cerrada no llegaba a cubrir. Era realmente grueso. Me dolía de solo pensarlo, él estaba sobre mí y yo temblaba de miedo. De a pocos, me fue quitando las bragas hasta la altura de mis rodillas. Sus caricias sobre mi clítoris fueron más intensas e intentó penetrarme con sus dedos. 
-¡No!-  le dije fuertemente. 
-Pero, ¿qué pasa?, no me vas a hacer llegar hasta aquí para renunciar- me dijo un poco disgustado.
-Es que no puedo hacerlo, no es el momento aún... creo.- le dije casi sollozando.
-Tranquila, tranquila...ya, no importa, no importa.
Ese día quedamos en que lo haríamos el día que llegara la primavera.


Pasamos días en donde nuestras manos se perdían en la oscuridad de aquel parque entre besos y susurros al oído hasta que llegó el 21de septiembre. Ya estaba todo planeado: mis padres se iban a la casa de mis tíos y ya me quedaría en mi casa porque "tenía muchas tareas que hacer". La casa iba a estar reservada solo para los dos a partir de las 3pm, después del almuerzo. Cuando Jhon llegó, me llenó de besos y de caricias. Fuimos, con los ojos entreabiertos, a mi habitación y me quitó la ropa. Solo quedaba mi sujetador y mis bragas cuando él empezó a desvestirse. Me sentó y sus manos recorrieron todo mi cuerpo. Estaba empezando a sentirme caliente y quedamos completamente desnudos y yo completamente mojada lista para ser penetrada. Se acostó sobre mí y un "despacito"escapó de mis labios. Separó mis piernas, apoyo su enorme verga sobre mi mojado coño dispuesto a cogerme y, muy suavemente, empezó a penetrarme. Quise pararlo, pero tomo mi cintura y me penetró hasta el fondo. Mi gritó rompió el silencio y él empezó a menearse. El dolor era intenso pero el placer lo era muchísimo más. Mis miedos se habían ido y el vértigo que sentía mi cuerpo pedía mucho más. Me retorcía de placer. Era mi primera vez y quería sentir cómo su cuerpo se apoderaba del mío, lo estábamos haciendo sin protección. Estaba tan ardiente que era capaz de hacer cualquier cosa. Aquella cosa enorme entraba y salía de mi coño como si estuviera hecho para ella. El placer había superado el dolor y más cuando eyaculó dentro mío y pude sentir como su semen caliente se esparcía dentro. Quedamos tirados sobre la cama, exhaustos, rendidos. Cuando de repente se escucha un ruido. No habíamos asegurado la puerta y empezamos a vestirnos a la velocidad de la luz. Sentí los pasos rápidos que subían por las escaleras, eran mi hermanita y mi mamá que llegaron justo en el momento en que terminé de ponerme el polo. 

-¿Cómo están, chicos?-preguntó mi madre
-Muertos-dijimos al unisonio. 
-Parecen muy cansados, deben de haber estudiado mucho. Les preparé unos emparedados.- dijo sonriendo- bueno, sigan con lo suyo- y se marchó.
-Ya hemos acabado- dije con una sonrisa pícara dibujada en mi rostro y mirando a John.