jueves, 8 de diciembre de 2011

Un soufflé


Nota: el siguiente relato fue escrito por mi colega blogger, Reinhadrt, cuyo enlace de blog podrán encontrar al final de este suculento relato. El texto no ha sido modificado ni editado de ningún modo. 

-Ea, le caes muy bien a mi mamá-
-¿En serio?- le dije un poco preocupado a mi amigo Rogelio.
-Joder que sí, colega. Que a cada rato me ha andado diciendo que habiendo conocido magnífica persona se queda con más gusto acá-
-Oh, jeje… gracias- respondí algo nervioso, más mi amigo nunca supo qué quise esconder.
Soy de esos chicos aparentemente promedios que viven tranquilamente en una de esas ciudades semi-urbanas promedio en una escuela promedio y con amigos promedio. Nada del otro mundo. Pero cuando llegó Rogelio, el chico español, al “pueblo” mi vida tomó dirección distinta en mi camino.
Al poco tiempo de conocerle, él me invitó a su casa para que pasáramos la tarde jugando XBOX, hablando de chicas de la escuela, tomando algo de café americano y viendo películas de terror hollywoodenses. Una aparente tarde promedio para cualquier ente común de mi lugar de origen, pero entrada la noche me quería retirar porque tenía bastante tarea pendiente y como no soy de procrastinar, decidí comentarle a Rogelio que accedió a escoltarme a la puerta cuando de repente [mientras salí del portal mirando hacia atrás] que me tropiezo con una mujer y me abalanzo por obra de la física y el reflejo a agarrarme de sus hombros poniendo mi rostro peligrosamente cerca de su cuello y busto. Ella se agarró de la puerta del portal para evitar que yo me cayera sobre ella.
-Oh, jeje… mira qué torpe soy. Discúlpeme, caballerito- dijo la desconocida fémina.
-Wow…- sólo alcancé a decir al darme cuenta que tenía su busto muy cerca de mi cara. Tardé dos segundos en quitarme de ahí y me costó apartar la vista de tan glorioso horizonte.
-¡Madre! Que te he dicho que os escurrís como ninja. Mira qué le has hecho al pobre Fede, jaja- vaciló Rogelio en tono de broma para amenizar el incómodo momento.
-Jajaja, vale vale. Que no te pongas colorao’, hijo. Y bueno, ¿cómo se llama el señorito?- se dirigió a mí y me extendió la mano.
-Ehm… me llamo Federico, Federico Castillo Campos y soy amigo de su hijo- Musité un poco nervioso y le extendí la mano también.
-¡Arooo! Pero qué lindo nombre tienes, majo. Me llamo Elizabeth, pero me puedes decir Eli- Dijo muy alegremente y tomó con fuerza mi mano para acercarme hacia ella. Me dio un abrazo sumamente cariñoso como si me conociera de toda la vida y Rogelio se dirigió a ella.
-Bueno, ma’ Fede ya se va, pues tiene tareas del instituto que hacer-
-Ains… ¿pero por qué no te quedas, Federiquito? Que es viernes y estás muy joven como para estar de ratón de laboratorio. Es más, les haré un delicioso soufflé- Trató de convencerme ella… y lo logró.
-Bueno, si usted insiste, me quedaré un rato más- Dije algo apenado y confieso que igual emocionado por esa deliciosa mujer que la vida me puso en frente.
-¡Enhorabuena! Ese soufflé es legendario. Ya verás que no querrás salir de aquí en cuanto lo pruebes, ¡arooo!- gritó Rogelio hiperactivo como un niño en Navidad.
-Entonces ya está, te quedas a dormir hoy con nosotros. Mañana comeremos soufflé-  dijo con una sonrisa en el rostro y entró a la casa meneando los glúteos aparentemente con intenciones más allá que de jocosidad.
-Bueno, entonces me iré mañana- Fingí una sonrisa para no desentonar en el ambiente y entré junto a Rogelio a su casa de nuevo para seguir jugando unas partidas más en la XBOX.
Pues bueno, era su mamá una señora de porte alto y elegante, aunque ligeramente gastada por los años. De cabello castaño y ligeramente ondulado en cuyas órbitas residían un par de ojos pardos semiclaros que aún expresaban un aire de juventud encerrada en un cuerpo lacerado por Cronos. De piel trigueña y con algunas pecas, con un par de senos firmemente medianos y unas piernas largas que seguro escondían un tesoro antiguo entre ellas. Dejando de lado lo carnal, puedo comentarles que era madre soltera desde que Rogelio tenía 6 y había decidido venir a América con una tía suya a probar suerte; por un lado tenía un sentido maternal muy lindo y consentidor, por el otro se notaba que hacía mucho que no flirteaba bien con nadie. Apostaría lo que fuera que cuando joven, ella era una diosa griega encarnada de quien muchos se enamoraron.
Pasé unas horas jugando con Rogelio a darnos de balazos en un videojuego que traje de mi casa y hasta me olvidé de su madre, pero cuando alguien tocó la puerta el reflejo de mi mente me hizo adivinar quién sería.
Elizabeth nos dijo que bajáramos a comer unos huevos revueltos que ella preparó y hacía unos minutos. A juzgar por el olor, ella tenía una habilidad digna de un chef en la cocina. Así que bajamos los tres en fila india hacia el comedor y en el trayecto sentí cómo el dedo de Eli rozó eróticamente mi espalda y tuvo una repercusión en la tensión frontal de los jeans que traía puestos.
Nos sirvió la cena, unos vasos con gaseosa y se sentó junto a nosotros ver un programa sobre animales marinos muy interesante. En repetidas ocasiones, sentí cómo su pie descalzo rozaba con el mío y no tenía más remedio que moverlo constantemente en un vals de penas y sonrojamientos a 3/4. Rogelio, quien quería estudiar biología marina, no se perdía ni un segundo del show.
Hubo un punto, como a la mitad del show, cuando queriendo mostrarme macho decidí rozarle las piernas yo a Eli a ver cómo reaccionaba, lo hice y ella me miró de reojo un segundo con una cara excitante que incitaría a pecar hasta al más fiel de los monjes tibetanos.
-Rogelio, bebé. Se me olvidó subir una caja de la mudanza hace ya unos días. Está en la cochera. ¿Podrías ir a buscarla por favor, osito?- Dijo Eli de repente mientras los comerciales se ponían en el televisor.
-¡Ah! Pero sólo por los comerciales, tía- Dijo él mientras se iba del lugar y me dejaba solo ante esa mujer sin buenas intenciones para conmigo.
Se armó un pequeño silencio incómodo, pues antes de irse Rogelio le puso el conocido Mute a  la televisión.
-Bueno, Fede… ¿Cómo te va en la escuela?- Dijo ella en un tono en demasía curioso, con una mirada fija de leonesa a punto de atacar y un aire de cariño que me volvían loco.
-Pues muy bien, todo va bien- Dije sin más como reflejo ante tal espectáculo.
-Oh, pero qué guay, mi queridito Fede- Mientras acaba la oración se fue acercando a mí.
Lo siguiente jodió toda la lógica que en algún punto del día pude haber tenido. Me tomó de la mano, me miró fijamente y, sonriendo juguetonamente, me puso la mano en la recién descubierta falda que mostraba su claro muslo y parte de su poca tupida entrepierna. Pude sentir la seda roja de esa prenda íntima suya por unos instantes, ese bastión de la feminidad biológica del ser humano, ese cofre que escondía un tesoro que pocos habían alcanzado hacía tiempo y ese delicioso manjar que, yo sin saber, estaba a punto de conocer.
De no ser que Rogelio entraba de nuevo a la casa con el irrelevante menester en brazos, Eli no me hubiera quitado de ese paralelo carnal que tanto deseaba explorar. Se fue, sin más, recogiendo los platos para fregarlos luego y nos dijo que nos laváramos las manos como chicos buenos. Andaba cantando “Quimbara” de la ya difunta Celia Cruz mientras se disponía a acomodar la casa.
Nos lavamos las manos y subimos al cuarto de Rogelio para reanudar nuestros insensatos asuntos de jóvenes. Una película, más videojuegos, hablar sobre la nueva maestra que era un demonio en clase de Física y mucho verbo más que se dejó correr. Después de ver a “El Gran Dictador” del maestro Chaplin, nos preparamos para dormir plácidamente y amanecer con bien para mañana. Yo no tenía mucho sueño y desde que Rogelio se fue al baño para mear, me pegué como sanguijuela al teléfono móvil a revisar las redes sociales: “Jajaja” “XD” “Maldito sucio” y demás tonterías tecleé en las doce teclas del móvil hasta que perdí la noción del tiempo. Mi amigo estaba roncando en algún ritmo extraño de otro mundo, parecía un tronco después de caerse en la cama.
Después de que mi amigo se durmiera, me entraron ganas de ir al baño como a cualquiera después de tan “tensa” cena. Aún recordaba cómo Eli intencionalmente me había hecho tocar sus rojas bragas mientras la cena y Rogelio estaba fuera de casa recogiendo un menester que había desparecido misteriosamente de la casa. Con la escena aún en la cabeza, entré al baño con esperanza de que ella estuviera ahí… y no estaba más que el frío váter y un lavabo solitario que igualmente lograron que me bajara los pantalones pero sin motivos eróticos.
Renunciando mentalmente a mis tensiones sexuales, me lavé la cara antes de dirigirme a la salida del baño para reanudar mi sueño nocturno. Recuerdo que eran las 2 de la mañana con 19 minutos para cuando quería entrar a la habitación de Rogelio, cuando una voz proveniente del piso inferior me llamó.
-Ea, Federiquito. ¿Me podrías ayudar con el soufflé que he estado haciendo? Que está muy pesado y una mujer como yo no puede sola… venga, ayúdame con esto que tengo entre manos-
“Esto que tengo entre manos”, esas palabras fueron dichas con un tono demasiado sugestivo para mi gusto, pero algo me impulsó a bajar a ver el susodicho soufflé que nos había prometido hace ya varias horas. Bajé a la cocina y me la encontré con un par de pequeñas tacitas con el prometido alimentos. Ella vestía normal, con un mandil de segunda mano de una compañía de soda y un short caqui que era todo menos excitante. Me dio la orden de que con cuidado sacara los otros dos botecitos y los dejara a un lado de donde había dejado los otros.
-Excelente, macho- me dio una palmadita –Mañana podremos degustar mis soufflés que te volverán loco, ¡jojo!- Tomó asiento y con unas palmaditas en la base de una silla, me invitó a tomar lugar al lado suyo. Como buen caballero que soy, accedí a no rechazar tal oferta.
-¿Y bien? Di algo, Federiquito penosín. Que si no, esta cabra loca empezará a hablar de muchas cosas- Tomó una botella de vino, infiero español, que había en una caja y sacó también un par de copas.
Recordé que había leído que un fetiche de la antigua aristocracia era beber alcohol en copas en forma de los senos de sus esposas, y me dio el ominoso impulso de poner ambas copas en los senos de Eli. De algún modo supe que ella también pensaba lo mismo, pero me quedé callado un momento por la pena hasta que decidí decir algo.
-Bueno, no tengo mucho que contar, soy apenas un jovenzuelo clase media- Soné algo cortante, pero parecía que no importó mucho. Eli tomó las riendas de la charla.
-Oh, calmao’, Federiquito. Entonces te contaré mi historia- Dijo mientras servía ese par de copas que por antonomasia me hacían pensar en ese par de mamas que la evolución le había conferido a tan magnífico ejemplar del homo sapiens sapiens.
Me contó aspectos de su niñez, problemas, alegorías, virtudes, sobre sus amigas del instituto, familiares, la vida en Cartágena, la comida de allá, una pequeña comparación entre ambos mundos: el europeo y el americano, la diferencia de las personas entre dos puntos del globo, símiles, comparaciones y el mar, el mar que tanto anhelaba como flor al sol, pero que tuvo que dejar por problemas con la familia del padre biológico de Rogelio, hombre quien la había hecho sufrir mucho. Pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión.
En esa rápida hora y media que transcurrió sólo le di un sorbo al vino que me habían servido, diferencia de Eli quien se había tomado toda la botella mientras contaba sus anécdotas de vida. Me había limitado a escuchar y asentir en lo que decía; nunca me atreví a mencionar sus rojas bragas que había sentido, pues seguro desentonaría en la conversación. Ya daban cuarto para las cuatro de la mañana y ella se andaba tambaleando [aparentemente] por un colchón y una buena almohada. Inexplicablemente, yo tenía poco sueño y como buen samaritano que soy, ayudé a tan benévola mujer a subir hacia su habitación en donde encontraría a Morfeo para amanecer con paz dentro de unas horas.
Llegamos tambaleándonos a su cuarto y la dejé recostada en la cama. Ella se veía preciosa, como una Bella Durmiente etílica y yo como el pervertido enanito que sabía todo menos qué hacer en ese momento. Pensé en derivadas e integrales para dejar de lado la brutal tensión sexual que sentí en ese momento, pensé en la tarea que debía hacer e incluso pensé en política para despejar la mente; a pesar de que no soy de carácter firme y sucumbo ante las tentaciones, me decidí por salir en silencio de la habitación.
-Ea, Federiquito… tengo algo de frío. ¿Me podrías pasar la sábana por favorsillo?- Dijo susurrando Eli –Que me muero de frío… venga… ayúdame-
“Ayúdame”, dicho de nuevo con ese tono provocador al cual le agarré gusto. Como autómata, me fui hacia el ropero y saqué una sábana azul cuadriculada y acomodé a Eli en ella. No podía creer que estaba haciendo eso, acomodando para dormir a una mujer madura era por sobretodo estimulante para mi sexo, que se ponía erecto con cada acercamiento a la intoxicada dama con alcohol.
-Te tengo, tigre- Habló de repente Eli, y me tiró de los hombros y me puso sobre ella. Algo había cambiado radicalmente en la mujer dolida de la vida que buscaba consuelo en un nuevo sitio hace rato. Ahora más bien parecía una jovencita ávida de una noche sin compromisos con el primer hombre que se le cruzara. Y ese era yo: Federiquito.
Me empezó a besar viciosamente, como si yo fuera algún fruto prohibido que se había negado hacía ya mucho tiempo. Sentía su respiración acelerada, ese aliento con un sabor medio a vino y esos ojos cerrados que me decían que hiciera lo que quisiera con su cuerpo. Y así fue. Por instinto carnal y dejando fluir toda la tensión que tenía, respondí su invitación de guerra con besándola también, sentía cómo su lengua y la mía tenían un encuentro de lucha grecorromana mientras ella me acariciaba la espalda y yo quitaba de en medio nuestro las sábanas que nunca cumplieron su función, puesto que yo estaba ahí para darle calor sólo a ella, y ella estaba para darme placer sólo a mí.
Después de unos minutos, ella me quitó la remera y me lamió el pecho. Me tumbó ahora hacia abajo y se lanzó hacia mi abdomen, con su sexo pegado al mío y separado por una capa de mezclilla y tela caqui. Me empezó la lamer ahora el cuello y en repetidas ocasiones tuve que aguantarme los gemidos de placer, hacía mucho que no tenía un encuentro cercano con una fémina y en ese día tan azaroso la diosa de la buena suerte me sonrió, con tremenda mujer española que había acabado precisamente en mi misma ciudad, con su hijo precisamente en mi misma escuela. Oh, que el karma ya me la debía desde hace mucho.
 Siento que existe un deseo inexplicable de los hombres por jugar con senos, debido a que en cuanto la tuve sobre mí empecé a estimulárselos con las manos mientras me seguía besuqueando todo el cuello. Con un rápido movimiento de manos, le desabroché el sostén e inmediatamente ella se quitó la blusa y pude observar ese par de lunas con pezones que desee desde que tan cerca las vi hacía unas horas. Podía distinguir su silueta de mujer madura con pecas dispuestas al azar en su conservado cuerpo, y su cabello suelto que le conferían un toque amazónico y salvaje que me hacía excitar exponencialmente con cada segundo que la sentía apoyada en mi entrepierna. Ella se acostó sobre mi pecho y sentí su calor extranjero que me llenaba temporalmente en esa fría noche, sentí cómo sus manos acariciaban, ahora juguetonamente, mis brazos y ella olía mi tórax por alguna desconocida razón. Quizá era el perfume que tenía, o no sé. Me es irrelevante ahora saber qué hacía que me oliera.
Le acaricié el revuelto cabello ondulado y puse su rostro al nivel del mío. La empecé a besar ahora yo y aprovechando la cercanía, empecé a sentir sus glúteos al tocarlos con mis manos. Se sentían bien, pues metí mis manos dentro de su short caqui y sentía ese par de montañas tibias que querían erosionarse por acción física de rose con mis muslos. Quité una mano de sus nalgas y con ella empecé a dibujar irreales en su espalda, dibujos que propiciaron una respuesta sexual muy marcada en ella.
Me desabrochó el pantalón y acarició momentáneamente mi masculinidad erecta. Yo, apresurado, busque el botón del short caqui que me impedía que ella fuera sólo por una noche mía y para siempre en mi recuerdo. Para facilitarme mi pecaminosa tarea, ella se quitó el short y pude apenas discernir en la penumbra de la madrugada aquellas bragas rojas que me habían incitado a empotrarla hace tiempo. Rozamos nuestra ropa interior en un preludio a lo que sería nuestro acto principal, fue electrizante pensar que estaría dentro de una mujer con tanta experiencia en poco tiempo. Y a la vez, me daba un poco de miedo no hacer bien mi trabajo en lo que sería mi segunda vez.
Después de un momento con mordiditas eróticas, roces obscenos y susurros indecorosos, Eli se puso boca abajo y subió su trasero en la pose universal de fuck me. Cautelosamente y con la respiración un poco agitada, le bajé las bragas y puse mi rostro en su húmeda y tupida vagina, acariciándola con mi nariz y lengua en un vaivén de múltiples direcciones; ella parecía estar complacida con mi acto bucal en su vía vaginal. La tumbé boca arriba y le separé con tenacidad las piernas, para seguir degustando de su jugosa fruta de pecaminosidad. Sentía cosquillas por los vellos que en vano intentaban esconder al fruto de la tentación humana, y no me quedaba más remedio que hacerlos a un lado con mis manos para poder sentir bebiendo del néctar de esa flor que en frente tenía. Tomé sus pechos de nuevo, y sin dejar de lamer su entrepierna, jugué con ellos unos momentos más, pues eran tan cálidos al tacto y estaban erectos los pezones rojizos de esa fémina intoxicada etílicamente.
-Hazlo ya. Que te deseo, carajos. Quiero tenerte dentro mío- Esas palabras de ella rompieron el sexual silencio que reinaba la oscura habitación.
Siguiendo con la tradición autómata, seguí sus órdenes al pie de la letra y me bajé la ropa interior. Tenía mi falo bastante erecto y sin pensarlo mucho, como por acción designada por años de naturaleza, introduje mi pene dentro de ella hasta el fondo. Ella soltó un gemido de dolor y puso una mueca que pronto adquirió el tono de una pervertida sonrisa. Saqué mi masculinidad de ella y dejé sólo el glande acariciando sus labios, mi pene había quedado húmedo con los líquidos de Eli y la noche apenas comenzaba para nosotros.
La acción combinada de una mujer con experiencia y un joven con imaginación trae muchas ideas en poco tiempo. Pero el cuerpo no aguanta los placeres de la carne mucho tiempo. El desgaste siempre es inevitable, tabú odioso e indeseable. Pero esa noche fue otra cosa, esa noche conocí persona dadivosa.
[…]
Después del último apogeo, por alguna razón, me acerqué a su rostro y le planté un dulce beso de labios y ella rió como una pequeña niña. Había pasado del salvajismo al infantilismo propio de esa línea que divide a la niñez de la adolescencia. Tan mágica y tan perfecta en ese momento.
-Bueno, no queremos problemitas con Rogelio…- dijo con una sonrisa de satisfacción en el rostro. –Mejor te vas ya a dormir o mañana no comerás soufflé, Federiquito- Dijo en un tono consentidor.
-Entendido, Elizabeth- Dije mientras recogía mis trapos regados por toda la habitación. –Mañana tendremos una deliciosa comida- Y sonreí algo ruborizado.
-Ea, majo. Dime Eli- Me guiñó un ojo y me devolvió el beso de labios que le di en primera instancia.
-Jeje, buenas noches entonces, Eli. Descansa-
-Tú también, Federiquito. Buenas noches-
Me fui a dormir muy cansado por tanta acción que tuve. En cuanto caí al colchón, me dormí y no desperté hasta que un rayo de sol  me bañaba la cara. Confundido me quedé pensando en lo que había pasado anoche, preguntándome si fue real o sólo un sueño erótico de mi persona. Bajé a la cocina y vi tres soufflés en la mesa. Alguien había tomado uno porque había una tacita vacía.
No pregunté y sin más tomé uno. Sabía a gloria. Por alguna razón, el platillo me confirmó que hacía muchas horas, todo había sido real. Pero de pronto…
-¡Ea, Federiquito! Parece que ya despertaste. ¿Podrías venir acá al sótano a ayudarme a acomodar unas cajas… venga, ayúdame con esto que tengo entre manos- Gritó Eli desde debajo de la casa.
-¡En seguida voy, Eli!- Le respondí.
Dejé a medio mordido ese sabroso soufflé y me aventuré en la que sería mi siguiente aventura.
Pero ese es otro relato erótico y será contado en otra ocasión.

por Reinhardt Langerhans

domingo, 16 de octubre de 2011

El ángel

-A ver... abre bien la boca.
Armada con su pinza y su lupa  de odontóloga en ambas manos, se fue directo hacia mis dientes. Pensaba en las vacaciones que había pasado con mi familia en una playa paradisiaca en el norte de Perú. Un sol ardiente que destellaba sin piedad sobre el cielo clarísimo, el mar transparente y cristalino que por las noches olía a sal y a conchas limpísimas.
-Puedes enjuagarte, Manuel.
Me senté sobre la enorme silla reclinable y cogí el pequeño vaso con agua para enjuagar mis secos dientes. Cuando volví a reclinarme, la odontóloga volvió a mis dientes solo que esta vez con una especie de taladro que parecía sacar agua de mis dientes cada vez que los taladraban.
-Listo. Puedes enjuagarte.
Mientras lo hacía, me dictaba instrucciones sobre como cepillar correctamente mis dientes y que debía volver la próxima semana para sacar moldes de mis dientes puesto que necesitaré frenillos.
-Bueno, eso es todo. Puedes irte, Manuel.
-Gracias, doctora, que tenga un bue..
En ese momento, mi despedida se interrumpió bruscamente por la presencia de una chica con cabello lacio-ondulado y de color castaño. delgada y con una curva naciente en su cintura, piel de leche, ojos de canela y claros, pequeños pechos que encajaban perfecto con su cuerpo, labios pequeños y rosados. Caminaba tan ligera como una pluma y con un aire angelical a través de la sala.
-Hija, debes tocar la puerta primero, estoy ocupada con un paciente ¿no lo ves?.
Desvió su mirada hacía mis ojos y quise quedarme en ellos por infinitas horas, no quería dejar de verlos, quería vivir en ellos para siempre, ahogarme en ellos. Como en los sueños, sentí que me había quedado mucho tiempo mirándolos pero solo fue cuestión de segundos para decirle, después de que se disculpe por su interrupción, casi sin aliento: "descuida, ya me iba". Salí rapidísimo del consultorio mi madre ya me esperaba con el auto en marcha y así llegué a mi casa con un aire perdido, ya no importaban mis problemas, actuaba inconscientemente, no me había sentido así nunca. Esa chica me cambió la vida en menos de dos minutos. Me sentí como si hubiera visto un ángel.


La semana pasó demasiado lenta, los minutos me parecían horas y cada vez estaba más ansioso. No prestaba atención a mis clases porque ya me parecían insignificantes. En clase de matemáticas, saqué mi pequeño cuaderno con frases y poemas y, pensando en aquellos ojos, escribí:"Estoy enamorado de una rosa fresca, y cada aliento suyo despierta en mí mil combates". Mi alma rogaba piadosamente que quería verla. Necesitaba de ella aunque no sepa ni su nombre.


El día tan esperado llegó y fui un poco nervioso esta vez. La doctora me preguntó si había seguido las instrucciones que me había dado y yo le mentí diciéndole "al pie de la letra, doctora". Me pidió que me inclinara en la enorme silla para observar mis dientes con su lupa.
-Muy bien, están bien cuidados. Iré a preparar la masa de yeso para tus dientes.
-¿Puedo usar su baño, doctora?
-Claro, está en el segundo piso, la puerta que verás al fondo del pasillo.
-Está bien, gracias.
Subí las escaleras pulidas de madera que rechinaban ligeramente cada vez que subía un escalón y llegué al pasillo que tenía muchas puertas. "Esta casa parece un hotel"-pensé. Mientras caminaba tranquilamente, mis oídos percibieron el sonido de una regadera. Mi curiosidad me impulsó a averiguar de dónde provenía ese sonido que, después de unos segundos, descubrí que venia de una de las puertas pegadas al lado derecho de la pared. La puerta estaba abierta, entré cautelosamente por un cuarto en donde había un espejo con un velador atestado de perfumes, una cama individual, un mediano estante lleno de libros y pósters colgados en las paredes en los que pude reconocer a Paul McCartney, Chopin, Mozart, Stanley Kubrick, y la triste mirada de Allan Poe.
El sonido de la regadera se hizo más intenso mientras me acercaba a la puerta de donde salía un vaho blanco y transparente. Cuando asomé mi cabeza, pude ver a la hija de la odontóloga desnuda y de espaldas con el cabello empapado y pegado en su fina espalda, dejando que caigan pequeñas pero rápidas gotas sobre su pequeño y redondo trasero Me quedé hipnotizado y embobado, estaba helado y mi falo empezó a erectarse. De pronto, observé que ella volteo ligeramente su cabeza y me vio, su mirada se cruzó con la mía una vez más y entré en el más terrible pánico. Salí a la carrera del cuarto y corrí por el pasadizo y por las escaleras, arriesgándome a tropezar. Me quité rapidísimo esa especie de babero grande que me había puesto la doctora alrededor del cuello y lo boté en la sala de espera. Me fui corriendo hasta mi casa y llegué muy agitado. No había nadie, así que me encerré en mi cuarto, me eché sobre mi cama y empecé a masturbarme recordando lo que había visto.


Esa misma noche, el teléfono sonó y yo voy rápidamente a contestarlo antes que nadie. Al escuchar la voz de la doctora, mi piel se puso helada de miedo.
-Manuel, ¿qué pasó hoy? ¿estás bien?
-Estoy bien, perdóneme, tuve que irme a causa de una urgencia.
-No hay problema, Manuel. ¿Puedes venir mañana por la tarde?
-Está bien, estaré ahí.
-No te vayas a escapar esta vez. Adiós, Manuel.


Llegué a la tarde siguiente al consultorio a la hora que me había indicado mi odontóloga mas no había llegado ella todavía. Me puse a ojear las revistas desfasadas y a contemplar cuadros de estomatología colgados en las paredes. Sin previo aviso, se escucha en la segunda planta, música clásica, parecía ser Chopin. Vencí mis miedos y subí otra vez hacia el pasadizo, solo que esta vez ya sabía donde ir. Cuando llegué a la puerta, la abrí solo un poco y asomé mi cabeza con la intención de pasar desapercibido. Estaba ella con tan solo sus bragas, con los senos desnudos bailando al ritmo del piano de Chopin. Movía sus brazos al momento de dar ligeras vueltas a su alrededor. Cuando acabó la melodía, se detuvo y se quedó dándome la espalda cuando dijo: 
-¿Te gustó, Manuel?. 
Yo me quedé pasmado. No sabía qué decir
-Perdóname, no fue mi intención espiarte, ya me voy. 
Ella se acercó lentamente hacía donde estaba, abrió la puerta y muy cerca de mí, dijo:
-¿Te gustan los valses de Chopin?
No pude responder, me quedé mudo por la impresión de ver sus senos blancos y sus pequeños pezones rosados. Moviéndose como una pluma, cogió mi mano y la posó sobre su seno derecho. Se acercó a mi oído y susurró: "¿Te gusta mi seno?". Yo estaba petrificado y no tenía idea de cómo reaccionar ante tal placentero espectáculo. Acto seguido, me empezó a besar lentamente, sus labios estaban fríos pero su lengua tibia. Ella me jaló hasta su cuarto y cerró la puerta. Me ayudó a quitarme la ropa mientras yo besaba sus senos y terminamos tumbados sobre la cama. Le quité las bragas con dificultad porque mis manos temblaban y pude ver su sexo apenas cubierto por bellos. Empecé a besarla en los labios mientras con mi mano derecha tocaba su sexo lentamente con movimientos circulares. Ella empezó a dar pequeños jadeos de excitación y empezaba a mojarse. Cuando sentí que ya estuvo muy mojada, mi falo se irguió y me puse en posición para penetrarla. Mi falo grueso falo entró suavemente por su caliente y mojado coñito. Cuando entró mi glande, ella se retorció y gimió con una voz frágil. Mientras entró mi tronco por completo, se quedó sin aliento por unos segundos y los recobró al mismo tiempo que clavaba sus uñas en mi espalda. La penetré suave y con amor porque era un ángel frágil. Pero luego me convertí en un animal al momento que me dijo "¡Métemelo más rápido,por favor!. ¡Me encanta tu verga!". Y así, fue que la empecé a penetrar violentamente mientras sus senos rebotaban y yo los agarraba con mi mano y rozaba con mi lengua. Estuvimos en esa misma posición cuando me dijo: "Terminate en mí" en el oído. La penetré aún más rápido hasta que eyaculé dentro y todo mi semen viscoso y caliente se esparció en su ahora chorreante coño. Terminé agotado sobre ella y me tuve que poner de pie porque no había espacio para los dos en su cama.
-¿Cómo te llamas?-le pregunté
-Me llamo Clara.
-¿Y eres de verdad?
-Claro que soy de verdad ¿crees que esto es un sueño o qué?
-No, no, solo lo digo porque me parece fabuloso todo lo que me está pasando. Quiero decir, una chica que parece un ángel tiene sexo conmigo de la noche a la mañana y sin ser mi novia... vamos, no es cosa de todos los días.
Ella se quedó sin decir nada, se paró y me dio un apasionado beso en los labios. 
-Será mejor que te vayas, mi mamá te debe de estar esperando y no le gusta esperar.
-Pero...
Colocó su dedo índice sobre mi boca y me hizo el ademán de que me fuera.


Desde entonces, después de ponerme los frenillos, iba sin motivo alguno al consultorio: la odontóloga me decía que no tenía nada, me recomendaba y luego me despachaba para irme sigilosamente donde Clara, mi ángel, a observarla como bailaba completamente desnuda al ritmo de los valses de Chopin, a regalarle una rosa que tanto le gustaba y a tener sexo descontrolado. 









domingo, 9 de octubre de 2011

La señora

 El siguiente relato que les voy a contar acaeció hace mucho tiempo en la ciudad donde nací y viví hace unos años. Me encontraba cursando el tercer semestre de Derecho y, como la economía no me sonría, debía dar clases particulares de Lenguaje a un niño cuyos padres me contactaban para enseñarle y ayudarle a hacer sus deberes. Sus padres eran aquellos que siempre celebraban francachelas los fines de semana en su casa de campo.

Una vez me invitaron porque era el cumpleaños de el papá y también tenía que ayudar a su hijo a hacer un trabajo. Así que voy a su casa apartada de la ciudad, trabajo con el niño y terminamos el trabajo. Luego el niño va a reunirse con sus amigos de la misma edad y yo quedo libre para compartir unos tragos con los dueños de la casa y los invitados.

Debo mencionar que no tengo la apariencia de un galán de telenovelas ni de actor de Hollywood pero creo que tengo una personalidad ligeramente interesante la cual, sumada con mis 20 años de edad, causaba que las señoras de la reunión me jugaran pícaras bromas y me hicieran sonrojar un poco. Me sacaban a bailar y me decían cosas al oído que me encendían un poco.

Pasaban las horas y el alcohol empezaba a hacer efecto en la mayoría de personas, en especial a la señora de la casa que empezaba a acariciarme y darme besos en la mejilla. Era una señora de cuerpo esbelto a pesar de su edad y de haber tenido dos hijos. Mi piel se tornaba fría por el solo hecho de pensar que me estaba insinuando. A las 3 am ella y su esposo tuvieron una fuerte discusión y terminaron separándose por diferentes caminos. Luego la señora me acompaña y nos quedamos solos conversando de cosas que no recuerdo y, en un descuido, me planta un beso. Me quedé ensimismado y, siendo sincero, con los tragos sentí el beso agradable pero no pasó nada más por el momento. Luego me fui a servirme un Whisky en las rocas y de pronto me di cuenta que, por no estar tan acostumbrado a tomar, estaba empezando a darme mucho sueño y me estaba quedando dormido en una silla.

La señora se dio cuenta que estaba cabeceando y me preguntó si quería descansar y asentí con la cabeza. Me dijo que fuera a una habitación que estaba en la parte posterior de la casa y yo como un zombie la seguí. En la habitación había una cama bastante amplía y caí de espaldas, me tapé con la cobija sin ni siquiera quitarme los zapatos por lo ebrio que estaba y de pronto siento que hay alguien a mi lado y reacciono rápidamente para darme cuenta que la señora estaba quitándose la última prenda de ropa. Sentí tanto asombró que no me excité y más bien le pedí que se retirara, que no quería meterme en  problemas y otros argumentos que no valieron la pena exclamar. Al final me dijo unas palabras que terminaron siendo la llave para darle lo que quería "Házmelo ahora mismo... ¿o no puedes?". Al escuchar estas palabras, como soy alguien que se prende con las palabras sucias, mi cuerpo sintió un escalofrío y me excité en un instante, notándose mi bulto totalmente erguido. Empecé a acariciarla de mil maneras, mi lengua recorrió todos los rincones de su cuerpo disponibles; esto le generó espasmos y la abundancia de sus fluídos corporales cuyo olor me enloquecía y excitaba más. Busqué sus labios y mientras rozábamos nuestras lenguas, la penetraba sin piedad hasta hacerla gritar descaradamente, gritar como una loba en celo hasta que los demás invitados la escuchen sin atreverse a interrumpirla.

La penetré en muchas posiciones diferentes que había aprendido a lo largo del tiempo, ela vociferaba palabras sucias cada vez que lo hacía; y cuando estuve a punto de quitar mi verga para eyacular fuera de ella, me abrazó bruscamente y me dijo: "quiero todita tu leche dentro de mí", esas palabras me tornaron a un animal salvaje así que tuve que complacerla. Cuando mi espeso y caliente semen se había esparcido dentro de ella, dio un excitante gemido de satisfacción y yo terminé exhausto. Ella me besó y se quedó dormida con su cabeza sobre mi pecho.

Como quedamos muy agotados por el magnífico encuentro sexual nos quedamos dormidos abrazados. Yo tengo el sueño ligero, así que me desperté a las 7 am, durmiendo solo 3 horas. Rápidamente me di cuenta del desorden y el cuerpo satisfecho de mi amante, salí desapercibido de la casa y tomé un taxi hasta mi casa. No volví a darle clases al niño y me cambié de número telefónico en pocos días.

Han pasado 10 años, ahora vivo en París trabajando como periodista y no sé que habrá pasado desde aquel encuentro sexual. Estoy seguro de que su esposo sí se enteró de lo que pasó, pero espero con toda sinceridad de que no haya causado la ruptura de su hogar.

domingo, 2 de octubre de 2011

De mi primera vez


-Te tengo ganas.
Al principio pensé que se trataba de alguna broma que me estaba jugando para hacerme quedar en ridículo más tarde. Aún así, le seguí la corriente:
-¿Ganas de qué?
-Mira, no vayas a pensar que soy una chica fácil que lo hace con cualquiera. Lo que pasa es que desde hace tiempo que quiero hacerlo contigo.
Conocí a Margaret hace 3 años en la escuela. Había entrado para el último año de clases y fui su primer amigo. Hablábamos todo el tiempo, incluso durante clases, conociéndonos y coincidiendo en casi todos nuestros pasatiempos, y poco tiempo después, nos empezamos a coger de las manos y a decirnos palabras cariñosas. Nunca llegamos a ser novios porque (hasta ahora no recuerdo cómo), nos distanciamos: se sentaba lejos de donde solíamos sentarnos, ya ni nos saludábamos y creo que incluso llegamos a odiarnos. Terminamos el colegio y nos fuimos a diferentes universidades. Luego de eso no volvimos a hablarnos hasta el día de hoy (me atemorizaba hablarle por el hecho de que me mande al carajo). Entonces pienso que ahora está tratando de vengarse por algo que no recuerdo haber hecho.
-No, no pienso eso, Margaret. 
-Entonces... ¿podemos quedar un día para vernos y hacerlo?
Olvidé mencionar que era virgen en eso entonces y estaba seguro que ella ya no lo era. Tenía que moverme estratégicamente para no hacerlo notar.
-Sí, yo también te tengo ganas en realidad.
-¿Con cuántas chicas lo has hecho? Dime la verdad.
-Con seis no más.-Me arrepentí en el instante que presioné la tecla enter: ¿qué clase de imbécil inventa algo así?
-Vaya... debes ser bastante bueno en la cama, ya sabes, por la experiencia.
-Jajajá... bueno, eso tendrías que averiguarlo tú misma. ¿Tú con cuantos te has acostado?
-Con varios.
-Gracias por la exactitud. 
-Jajajá, sonso, te lo diré cuando nos veamos.
Y quedamos para encontrarnos en un lugar céntrico de la ciudad tres semanas después. Durante la espera, hablábamos diariamente por el chat y por teléfono. Hablábamos y nos contábamos acontecimientos que habían sucedido a lo largo de nuestro distanciamiento, de sus experiencias sexuales y las inventadas experiencias mías, me aclaró muchas veces que no quería nada serio, solo quería sexo; quería que seamos eso que ahora llaman “amigos con derechos”. No tuve problema alguno en aceptar eso, después de todo, tenía muchas ganas de debutar. Llegó el día esperado y sentí muchos nervios, nervios de verla de nuevo después de mucho tiempo. Llegué 15 minutos más temprano de lo indicado y la esperé intranquilamente en una banca mientras escuchaba música. Llegó sorprendiéndome haciendo el clásico amague de tocar mi hombro causando que voltee para el lado equivocado. Me saludo con una gran sonrisa, como si se hubiera alegrado de verme.
-Hola, Fernando, qué bueno volver a verte después de siglos.
-Ho-hola, Margaret, igual, igual.- Le dije mostrando una sonrisa nerviosa.
-Te veo más delgado.
-Sí, bueno, estuve ejercitándome, gracias. Tú siempre has sido delgada y sigues con la misma sonrisa. 
-Eras una bolita cuando estudiábamos juntos.
-Por favor, no me lo recuerdes. Jajajajá.
-¿Tu casa está cerca?
-Sí, llegamos bastante rápido.
Ella me siguió y la miraba de soslayo constantemente, su cabello lacio y castaño que terminaba en su cintura quebrada, sus redondos pero no tan grandes pechos (como me gustaban), sus largas piernas... la empecé a recordar mejor y me quedé contemplándola un buen rato en el colectivo camino a mi casa.
-¿Por qué me miras tanto?
-No, no para nada, me he quedado mirando el vacio. Lo siento.
Ella se acercó a mi oído como para susurrarme algo.
-Más tarde te enseñaré todo lo que estás imaginando.
Su aliento caliente me puso la oreja un poco roja y sus palabras hicieron que en mis pantalones se armara una pequeña carpa producto de mi erección. Ella se dio cuenta de eso y pasó mi mano por mi entrepierna. “Parece que te prendes rápido y eso me gusta”. Se acercó a mis labios y nos besamos por primera vez. Me besó despacio con sus labios que estaban tibios y sentí su delgada lengua mientras rozaba con la mía. Terminamos de besarnos y ella me sonrió con su cara de niña. Durante todo el resto del viaje no compartimos demasiadas palabras hasta llegar a mi casa. 
-Mi cuarto está por aquí.
La cogí de la mano y la llevé hasta mi habitación, que estaba resplandeciendo gracias a la luz del sol que entraba violentamente a través de las cortinas. La solté y empezó a caminar observando curiosamente los diferentes objetos de mi habitación. “Qué cuarto tan fabuloso” “¿Esas son tus guitarras?”. Yo me senté en el filo de mi cama, muy nervioso por no saber qué hacer, cómo disimular que soy virgen. Ligeramente camino hacía mí y se sentó a mi lado, se echó con la lentitud de una pluma y yo hice lo mismo. La abracé y me empezó a morder la mano.
-No me abraces, tonto.
-No me duele tu mordida.
Me mordió más fuerte, causándome verdadero dolor esta vez.
-Está bien, esta vez sí me dolió.
Se rió muy fuerte y me empezó a besar. Nos besamos apasionadamente, como si hubiera fuego envolviéndonos y me puse sobre ella, besándole el cuello y bajando lentamente por sus pechos. Le saqué rápidamente la blusa y el sostén. Caí en sus senos que estaban calientes y empecé a succionar sus pequeños pezones mientras los tocaba fuertemente. Con una mano, desabotoné sus pantalones y metí mi mano bajo sus bragas. Estaba mojada y metí mis dedos con brusquedad. Nunca antes había tocado un coño, sentí su clítoris pero me fui en picada a penetrarla con mis dedos y lo hice rápido como había visto en las cortos pornográficos amateur que solía ver. “Me estás lastimando”. “Lo siento, lo siento”. Entonces ella se terminó de sacar la ropa hasta quedar completamente desnuda. Me quedé ensimismado, veía a una mujer desnuda en persona y no lo podía creer, no podía creer que la vaya a follar. Me eché boca arriba en mi cama y ella empezó a besarme hasta llegar a mis pantalones como yo había hecho. "No tiembles" me decía con voz muy baja mientras lo hacía, me desvistió sin apuro y se sentó sobre mí. Pero no pude sentir nada: no tenía el falo erecto.

-Fernando, ammm... no siento nada.
-Perdona, no sé que me pasa
-¿No puedes hacer nada para, ya sabes, animarlo?
-Tal vez si le das una chupadita lo despertarás.
-¿Seguro?
-Sí, de verdad, siempre funciona- no lo podía creer, había accedido a hacerme una mamada así de fácil.
Agarro mi encogido pene con dos dedos y, difícilmente, se lo metió a la boca. Felizmente, empezó a erectarse mientras sentía su húmeda lengua recorrer mi tronco y veía mover su cabeza arriba y abajo. Lo hacía deliciosamente rico. 
-Parece que sí funciona, jajá.
-Sí, sí, no te detengas, por favor.
Se cansó de lamer mi falo y se sentó de nuevo sobre mí. Sentí como entraba la cabeza suavemente, estaba confortablemente caliente, me excitó muchísimo y entonces empezó a saltar sobre él. Sentí un placer único, miles de veces mejor que la masturbación. De pronto, se detuvo.
-¿Qué pasa?-le pregunté.
-De nuevo está pasando.
Tenía razón, se había puesto flácido. Ya me había empezado a desesperar.
-Tal vez te la has estado corriendo demasiado.
-Sí, es muy probable.
-Bueno, eso explica mucho...será mejor que me vaya.
Entré en pánico, si la dejaba ir, no volvería a tener sexo con ella y le diría a todo el mundo que mi pene no funciona. 
-No, espera, no te vayas- le dije cogiéndola fuertemente del brazo.
-Ayy...¿qué te pasa? ¡suéltame!
-No quiero que te vayas. - y le apreté aún más el brazo.
-Me estás haciendo daño, idiota.
-No te vas a ir ningún lado, zorra.
Se quiso soltar pero no pudo, la agarré con todas mis fuerzas con los dos brazos y, aún desnuda, la tumbé sobre la cama y (con mi falo extremadamente duro), la penetré con violencia, como un animal salvaje. De las lágrimas que había brotado producto de la violencia, empezó a gemir y a morderse los labios “qué rico. Sigue, sigue, no te detengas”. Lo hice con mucha más velocidad y eyaculé dentro de su coño de donde ahora chorreaba mi blanco y espeso semen.
-Wow, eso fue...espectacular-me dijo muy agitada.
-Perdona por hacerte daño, Margaret.- le dije cabizbajo.
-Descuida, a mí me encantó. ¿Cuándo lo repetimos?

Y así fue como perdí mi virginidad y, lo mejor de todo, fue que ella nunca se dio cuenta ni se enteró que era virgen. No me gustó mucho la idea de que seamos amigos con derechos. Pues, se veía mal llamarla solo para tener sexo y, por cosas del destino, me llegué a enamorar de ella. Ahora somos una pareja sexualmente activa y nos divertimos haciéndolo en todo lugar como en el cine, en la universidad, en la casa de alguno de nuestro amigos a escondidas, manoseándonos en el bus, etc. 

sábado, 3 de septiembre de 2011

De cómo perdí mi inocencia

   Día soleado, mucho calor. Primer día y último año de estudios en el colegio. Volví a encontrarme con mis compañeras que solo veía en época de estudios. No parecía haber cambiado nada en el nuevo salón que nos asignaron. Seguían siendo la mayoría mujeres, de hecho, solo habían dos hombres que no eran muy sociales. Este pueblo está atestado de mujeres en realidad. El último censo realizado dio como referencia que por cada 20 mujeres hay 4 hombres. Entonces no hay motivos para distraerse ni caer enamorada como cualquier chica de mi edad haría, así que mi única diversión fueron los libros. El timbre que anunciaba el comienzo de las clases sonó puntualmente a las 8 am pero la maestra se retraso 5 minutos. La explicación de su pequeño retraso venía acompañándola: un chico nuevo, realmente atractivo. Alto, tes tostada, ojos café y un físico bastante desarrollado para su edad. Se llamaba Jim y contó frente a todos que venía de la ciudad y que hasta el momento nunca había estado en un salón de clases, era de esos que estudiaban en casa. 


Jim se sentó no tan lejos mío, y me pasé el mayor tiempo de la clase mirándolo de reojo sin que él lo notara. Alguna vez también sentí que me miraba pero no reservé muchas esperanzas porque yo, bueno, no era la muchacha más linda de la clase: tenía el cabello negro un poco desaliñado, piel blanca, ojos miel, delgada y con el uniforme, no tenía ni una pisca de atractiva. Al final de la clase, la maestra me pidió que sea la tutora de Jim por unos días porque anda un poco retrasado en los cursos y para que le enseñe el ritmo de estudios. Quedé petrificada de nervios cuando me hizo alzar la mano para que Jim me reconociera. Me miró y sonrío timidamente, eso causó que me piel se tornara roja intensamente porque tenía una sonrisa muy linda; desvié mi mirada enseguida. "No hay ningún problema, profesora" le dije. La cita era para hoy  al atardecer.


Llegué a mi casa, a la carrera fui hacia mi cuarto y di un profundo suspiro apenas cerré la puerta, como si la vergüenza me hubiera perseguido durante el camino y mi puerta fuera la barrera. Tiré mi mochila en la cama y empecé a cambiarme rápidamente como si fuera muy tarde. Mi mamá abrió la puerta de la habitación y notó mi apuro. "¿Qué pasa hija? ¿todo bien en la escuela? te noto un poco alterada". "Todo bien, mamá. Más tarde tengo que ir a la casa de una chica nueva de la clase porque la mestra me pidió que sea su tutora por unos días", le dije mientras buscaba una blusa. "¿No vas a comer algo antes de ir?". "No tengo hambre, gracias, mamá (la sonrisa de Jim me la había quitado)". Me dio unos consejos sobre como comportarme en casa ajena y se fue. Yo seguía aún nerviosa mientras guardaba los libros necesarios en mi mochila. Como salí muy rápido de mi habitación y no había amarrado las agujetas de mis zapatos, caí sobre mi rodilla, causándome una pequeña herida. No me importó demasiado y seguí hacia la calle a la casa de Jim.


Se me hizo un poco difícil encontrar la dirección. Su casa era inmensa, parecía una mansión (no era para menos, está ubicada en la mejor zona del pueblo, junto al lago). En la puerta, suspiré antes de tocar el timbre. Pasó poco tiempo cuando escuché las pisadas aproximándose a la puerta. Era Jim.
-Hola, qué gusto verte...uhhmmm
-Roxana.
-Así, Roxana, lo siento. Se me hace difícil recordar nombres. Dio una risita de avergonzado y me invitó a pasar. Se notaba que acaba de mudarse, pues había cajas en el piso aún cerradas y otras abiertas. Me invitó al comedor.
-¿Y tus padres, Jim?
-No regresan hasta mañana, se han ido a la ciudad para arreglar unos asuntos sobre la casa anterior.
Eso me pareció un poco inquietante pero a la vez me fascinó.
-Está bien, empezaremos entonces con un poco de historia. ¿Sabes algo del Imperio Romano?
-Ammm... ¿qué te parece sin en lugar de hablar de eso te invito unas cervezas?
Me demoré en responder esa pregunta por dos motivos: Si le decía que no, pensaría que soy más nerd que lo que aparento y se le digo que sí, dañaría mi pinta de niña buena.
-Está bien, pero solo un poco. Mis padres me matarían si llego oliendo a cebada.
Compartimos una lata cada uno y estuvimos hablando de nuestras vidas, anécdotas, situaciones graciosas, de gustos, de música y así pasó como una hora y media. Con preocupación esta vez, me pidió que comenzáramos a estudiar pero esta vez no en el comedor sino en su estudio por ser más tranquilo y adecuado para estudiar. Acepté sin tener idea de lo que más tarde iba a pasar...


Nos sentamos para empezar a leer y de pronto me di cuenta que no dejaba de mirarme las piernas.
-¿Qué te pasó? tienes una herida ahí. -Dijo señalando con su dedo índice.
-Me caí antes de venir. -Dije con un aire tímido.
-Siempre sucede. Te traeré unos curitas.
-No, no te preocupes no es necesa...
Demasiado tarde, se había parado e iba rumbo en otra dirección. Al poco rato, regresó con una curita en la mano y una pequeña botella de alcohol en la otra. 
-Esto te va a arder un poco. 
Y después de pasar el alcohol por la insignificante herida suavemente y pegarme la curita, se sentó de nuevo a mi costado. De nuevo empecé a leer, y de nuevo me di cuenta que me miraba, esta vez no en mi pierna, sino a los ojos. Me quité los lentes de montura roja y le dije:
-¿Sucede algo?
-No, perdona, es que.... sin lentes me  he dado cuenta que tus ojos son muy lindos.
-Gracias, gracias por darte cuenta... nadie me había dicho eso.
Jim no desvió la mirada de mis ojos y cada vez se acercaba más y más.
Momentaneamente, nos dimos un beso tierno y apasionado, de pronto, sentí sus manos en mi cintura, abrazándome cada vez más fuerte. Los besos y caricias subieron de tono y segundos más tarde tenía su mano bajo mi blusa, en mi espalda, buscando el gancho de mi sujetador, cuando sentí eso, me alejé un poco de él y me dijo:
-¿Qué pasa?
-Nada, solo que, no debería.... ya sabes.
-¿Tienes miedo?
-Es que... soy virgen.
-Tranquila, te trataré con mucho cariño y me consideraré dichoso por ser el primero.
-Pero...si....
-Prometo que no te arrepentirás, eres tan dulce, tan frágil, tan linda, mereces que te trate bien, princesa. ¿Qué dices? ¿seguimos?
Yo asentí timidamente con la cabeza. Él comenzó a besarme el cuello mientras yo me abrazaba con una mano, un poco nerviosa, de su cuello y con la otra rozaba su cabello entre mis dedos. Su lengua que recorría desde mi oreja hasta casi al filo de mi blusa escotada me erizaba la piel.


Entre besos y caricias, aparecimos en su habitación. Me sacó la blusa con bastante habilidad y rápidamente se quitó la camisa. Todo eso me excitó. Su pecho desnudo hacía notar su respiración agitada por el deseo. Se dio cuenta que estaba mirando su cuerpo y el gran bulto que tenía entre sus piernas. De un momento a otro se abalanzo sobre mi cuerpo que deseaba sentir su piel y su calor. Me tumbó suavemente en la cama y sin dejar de besarme, me quitó el sostén. Comenzó a lamer mis pechos suavemente y lentamente comenzó a succionar mi pezón. Me retorcía de placer pero no gemía, lo intenté pero la pasión me ahogaba. Besó mi vientre mientras acariciaba mi delicada cintura, poco a poco, bajó sus manos y comenzó a bajarme la falda. 
- Te llevaré al cielo. No soy un experto pero lo hago bien.
-No... mejor intentemos otra cosa.
-¿Qué pasa, preciosa? no me digas que me vas a dejar así.
-No, quiero que me enseñes a hacerte feliz. Le dije con una voz agitada pero con tono malicioso.
Ahora quería deshacerme de mis prejuicios, al diablo mi personalidad. Quería hacer lo que nunca me imaginé. Lo tumbé en la cama y lo besé, bajando de la misma manera que él hizo conmigo. Llegué a sacarle los pantalones y bajé sus calzoncillos. Miré unos segundos su pene: estaba totalmente erecto, listo para mí. Ya estaba muy excitada y tenía la oportunidad de disfrutarlo al máximo. Empecé a hacer mi trabajo.
-¿Cómo te gusta? ¿cómo lo hago?
-Solo saboréalo, lámelo desde la punta recorriéndolo todo y cuando estés lista mételo completo a esa boquita ansiosa por tenerlo.
-Traté de seguir sus instrucciones, pues no tenía ni la mínima idea de cómo hacerlo. Saqué mi pequeña lengua húmeda y tibia y empecé a lamer con suavidad su glande para después pasar a su tronco.
-Mastúrbame, linda, con tu manito agarra mi tronco y muévelo de arriba hacia abajo. No dejes de mirarme a los ojos.
Lo hice tal como me lo dijo y soltó gemidos varoniles.
-Ummm.... sigué así, qué rico.....aprendes rápido.
-Creo que esto te gustará aún más.  Le dije con voz pícara.
De buenas a primeras introduje la mitad de su pene en mi boca y  movía mi cabeza de arriba a abajo, lo hacía lento y Jim me tomó de la cabeza y lo metía cada vez más rápido y más fuerte, yo sólo trataba de separarme un poco poniendo mis manos en sus piernas pero él seguía, traté de controlar mi respiración para poder seguir ya que sus gemidos me hacían saber que lo estaba disfrutando. 
Después de disfruta un rato, se sentó y me dijo:
-Ahora te toca a ti disfrutar.
-Por favor, ya quiero que me la metas. Ahora, por favor, estoy muy mojada. 
Me quitó el resto de ropa violentamente, me besó y se acostó sobre mí listo para empezar. Comenzó  a meter la cabeza de su pene y grité un poco, lo apreté fuerte de los hombros y mis uñas lo lastimaron levemente. Pero no le importó y siguió.
-Poquito a poquito...hmmm, qué rico, está entrando la punta. ¡Dios! ¡qué apretada! ¡delicioso!
- ¡Ahhh!... me está doliendo.
-Solo relájate...
-¡Puta madre!. Métela entera de una vez por todas. -Le dije un poco alterada por el dolor pero muy excitada al mismo tiempo.
-¿Así que quieres que la meta entera, eh? ¿Quieres que te la meta todita, no?
-¡SÍ...SÍ, quiero que me la metas, Jim!- Le dije como susurrando fuerte
-¡Di que eres mi puta, entonces! ¡Vamos, eres mi puta!
-¡Soy tu puta, soy tu puta y quiero que me la metas!
Yo estaba en el límite entre dolor y placer y sus palabras sucias me hicieron desinhibirme completamente. Me la clavó de un solo golpe…
-¡Ahhhhhhhh!
Brotaron un par de lágrimas de mis ojos pero él siguió sin darse cuenta. Tenía un ritmo medio pero aceleró y sus movimientos eran rápidos.  Yo solo rasguñaba su espalda y gemía  fuerte, era delicioso, me encantaba, sentir su verga grande y ancha atravesarme, era algo inexplicable, más que rico. 

Seguimos todo el rato en la posición del misionero, el me la metía rápido y yo empezaba a gritar fuerte, muy fuerte. Comencé a contraerme y tuve el primer orgasmo de mi vida. Fue una mezcla de éxtasis y placer inacabables. Quedé agotadísima y el me quedó mirando con esa sonrisa de orgulloso por haberme desvirgado. Sin dejarme descansar, me agarró de la cintura y me puso en posición de perrito.
-Oh sí...qué rico te comes mi verga, puta.
-Sí...sí...me encanta.
De lo que por un momento pareció ser tierno, pasó a ser sexo duro, muy duro y delicioso.
De pronto, sacó su falo y me recostó sobre la cama boca abajo. 
-Voy a terminar, voy a terminar en tu espalda.
Su semen viscoso y caliente cayeron en forma de un gran chorro sobre mi espalda.
Se tumbó en la cama a mi costado, y yo le pedí algo para limpiarme. Consiguió una toalla y él mismo me limpió. Luego nos quedamos dormidos un par de horas. Cuando desperté me di cuenta que era muy tarde y que mi mamá me mataría. Me fui mientras él aún dormía y, afortunadamente, mi mamá no estaba en casa. Me metí a la ducha enseguida y cuando terminé de bañarme, me di cuenta que me había llegado un mensaje de texto al celular. Era de Jim. "Princesa, la pasé genial hoy, la mejor sesión de estudios que haya tenido".

Ese día perdí mi inocencia de niña buena y aplicada para convertirme en una mujer deseosa y provocativa. Hasta ahora me encuentro con Jim para tener sexo sin control.

domingo, 28 de agosto de 2011

Laura

Este relato es la segunda de dos partes. Se recomienda leer la primera: Evan

Empecé a ponerme gélida y a temblar un poco por la sensación de pánico de escuchar que sus labios me digan que tiene una de esas enfermedades venereas.
-¿Qu-qu-qué pasa?
-Tranquila, no te he contagiado nada.
Sentí un alivio tremendo pero fue reemplazado por la sensación de verguenza y ensimismamiento.
-Es sobre Laura
-¿Qué pasa con Laura?
-Bueno, ella... digamos que tiene un extraño fetiche.
-¿A qué te refieres?
- Alrededor de esta sala hay cámaras colocadas en diferentes ángulos.
.¿Quieres decir que todo lo que hemos hecho a sido filmado?
- Sí, es que, digamos que a Laura la única cosa que la pone muy cachonda es verme haciéndolo con otra persona.
Estaba completamente anonadada, ¡¿Qué clase de mujer en su sano juicio le prendería ver a su pareja haciéndolo con otra persona?!. Todavía desnuda, me preparo para levantarme pero Evan rosa su mano delicadamente por el centro de mis senos.
- ¿Ya te vas? Pero si acabamos de empezar.
-Lo siento pero ya tengo que irme, ya he visto o, mejor dicho, ya han visto suficiente. Dije gritando como si Laura me fuera a responder.
-¿Quieres que te lleve en mi auto? Ya es muy tarde para que te vayas sola por estas oscuras calles.
-Mejor consígueme un taxi, Evan.
-Como quieras.
Así que cogí mi ropa sosteniéndola con mis dos brazos tapando casi todo mi cuerpo y me fui al baño a vestirme.

Llegué a mi apartamento aún sorprendida con lo que había escuchado, ¿Laura? increíble. Me vestí con pijamas y me tiré a mi cama pero no pude dormir. Todo el día pensando en lo ocurrido, en la excitante y placentera escena que viví con Evan (fue mejor de lo que me imaginaba), en el extraño fetiche de Laura, ¡qué perturbador!. No sé con qué cara la veré mañana en el trabajo. Poco tiempo después, sin darme cuenta, me quedé dormida.

A la mañana siguiente me levanté con una horrible jaqueca, fui a ducharme y me quedé dormida mientras el agua salpicaba en mi espalda. Cuando desperté tenía mucho frío y cogí mi toalla para salir a cambiarme, tomar el habitual café, y salir disparada al trabajo.

Llegué al trabajo y todavía no habían llegado muchas de las meseras. Así que me fui a poner el uniforme en el vestidor. Me quité la ropa con que salí de mi casa con tranquilidad y, sin darme cuenta, Laura había llegado también algo apurada. "Esta mañana estuve muy cachonda y le pedí a Evan uno de esos polvos mañaneros". Fingí una sonrisa y le seguí la corriente mientras me vestía. "Tienes tanta suerte de tener un hombre cerca" le dije, mientras notaba que miraba mis nalgas de reojo. "Y con un tipo tan atractivo como Evan...caray, tienes que cuidarte de las zorras". "Ni me lo digas, abundan mucho en esta ciudad" me respondió de forma graciosa. No quise preguntarle por qué faltó al trabajo porque sería escuchar una mentira estúpida y seguramente mal hecha.

Durante todo el resto del día casi ni le dirigí la palabra porque llegué a tenerle recelo. Me estaba mirando constantemente, como si no tuviera ropa y deseara acostarse conmigo. No podía seguir trabajando así pero no podía renunciar tampoco porque recibía un buen salario. Cuando la jornada de trabajo terminó, ella se acercó y me dijo: "¿te pasa algo, Clara? me parece que me estás evitando". "No, por favor no pienses eso" le mentí. "Está bien, colega, después de todo nunca me has mentido. Oye, qué te parece si te vienes a mi apartamento este sábado por la noche, haré una fiesta por el cumpleaños de Evan". ¿Era enserio el cumpleaños de Evan?, pensé y, para no quedar mal, acepté la invitación con una sonrisa. "Claro, estaré ahí".

La semana se pasó rápidamente para mi infortunio y llegó el sábado como de sorpresa. Ese día me levanté para irme a la lavandería pero esta vez muchas de ellas funcionaban y había un anciano que nunca había visto. Metí rapidamente mi ropa a la lavadora, la hice funcionar con un par de monedas y esperé junto al anciano que, insolentemente me dijo "¿Es cierto que las tías de hoy en día son bien cachondas?. Son capaces de cualquier cosa en la alcoba. ¡Larga vida al inventor del viagra!"Me causó gracia su comentario, pero para que vea que no soy indecente, le dije "Jodido viejo verde". El anciano se fue sin despedirse y a los pocos momentos mi ropa ya había terminado de secar. Subí a mi apartamento para ordenar mi ropa y limpiar el resto del lugar cuando de repente suena mi teléfono celular era Laura.
-¿Aló, Clara?
-Hola, Laura. ¿Qué hay de nuevo?
-Nada, guapa, solo te quería preguntar si querías venir a ayudarme con algunos arreglos.
-Claro, iré apenas termine con este chiquero que tengo como apartamento.
-Nos vemos entonces, Clara.
Me despedí y me puse helada de nuevo, estaba nerviosa por lo que fuera a pasar. Tal vez me mataría o alguna otra extravaganza digno de una psicópata. No hice nada más y partí hacía su casa.

-¡Qué bueno verte, querida, pasa!
Laura me había recibido con una bata muy pequeña que dejaba ver sus muy buenas y tostadas piernas. Cuando volteó para que la siga, pude notar que su redondo y lindo trasero sobresalía de su bata dejando ver un bulto y trabajo a la imaginación.
-Bonito lugar, Laura.
-Gracias, siempre me gusta adornarlo. Evan nunca se toma la molestia ni el tiempo para hacerlo.
-Sí, bueno... ¡hombres!.
-¿No quieres oir un poco de música?
-Bueno.
Y mientras lo hacía ella se agachó para escoger un disco y se mantuvo en una posición de noventa grados por mucho tiempo, pude ver sin dificultad su sexo. Aquello me excito muchísimo y sentí que me estaba mojando. Sonó una música relajante, como las que ponen en las porno, y se volteó para verme.
-Esta música siempre me relaja y saca las tensiones de mi semana. Me dijo cuando se sentó muy cerca a mi costado.
-A mí también. Le dije rapidamente mientras seguía imaginándome que tocaba su mojado sexo con la yema de mis dedos.
-¿Sabes?. Sé que lo hiciste con Evan.
Entré en pánico y dejé notar mi nerviosismo.
-¿De qué, de qué hablas?
-No te hagas, cabrona, está filmado. Qué bien lo gozabas.
-Te lo juro que no tengo id..
Me cortó la palabra cuando agarró mi mano derecha con fuerza y la colocó sobre uno de sus senos que era grande, redondo y suave.
-Quiero que gozes conmigo ahora.
Se sacó la bata de un tirón y se abalanzó sobre mí, besándome freneticamente. Estaba excitadísima. Y yo también.
Quedamos desnudas sobre el mueble de terciopelo y ella se movía sobre mí con movimientos circulares en su cadera. Sentía sus grandes pechos sobre los míos y yo estaba mojadísima. Era la primera vez que tenía una experiencia sexual con una mujer y me encantaba. Entonces empezó a besarme los senos y lentamente llegó a mi sexo que ya estaba muy caliente y mojado. Su lengua palpaba mi clítoris y yo gemía fuertemente de placer. ¡Qué rico, Laura!. Mis pechos estaban muy duros y mis pezones erectos cuando llegué al orgasmo. Entonces, además de devolverle el favor, cambié bruscamente de lugar con ella y empecé a tocar su sexo metiendo dos de mis dedos mientras con el pulgar tocaba su clítoris. Ella se retorcía de placer rogando que no me detenga. Y entonces empecé a pasar mi lengua varias veces por todo su sexo jugoso y tierno, me encantaba excitarla. Lanzó un grito orgasmal que seguramente se escuchó por toda la cuadra y caí rendida sobre sus senos.



Mientras acariciaba suavemente uno de mis pezones con sus dedos me dijo:
-Clarita, Clarita...si supieras.
Me asusté de nuevo, pero no tanto como la última vez.
-¿Si supiera qué, Laura?
-Si supieras que Evan y yo todo este tiempo hemos esta..
Su voz emitió un sonido molesto justo cuando iba a decírmelo.
-¿Qué fue lo que dijsite?. No te entiendo.
-Digo que Evan y yo te hem...
El molestoso sonido de nuevo ahora sonaba por todos lados.
-¿Qué está pasando? ¿Y ese sonido?
-Despierta, Clara, ¡joder! llegaremos tarde a clases.
Era el despertador y mi compañera de cuarto que estaba moviéndome y gritándome.
-Wow... las sábanas están mojadas. ¿Qué has soñado, zorra?
Desde ese momento me prometí a mí misma no volver a ver una porno sola y conseguirme urgentemente un novio (o novia).