domingo, 25 de marzo de 2012

Lluvia de verano

Advertencia: esta es la continuación de La locura perfecta. Aunque se puede leer este relato y no habrá ambigüedad alguna. 




-Rapsodia bohemia, rapsodia bohemia... rapsodia bohemia.
Me había dicho Jhonatan susurrando pausadamente mientras acariciaba con uno de sus dedos mi espalda desnuda sobre la cama. No le presté atención: estaba agitada, habíamos practicado el sexo por unas horas y quería dormir pero esos momentos eran ocupados por Rafael en mi mente. Sus ojos misteriosos en la eternidad de la noche estrellada, su sonrisa, sus cejas pobladas.
-¿Ya te quedaste dormida?
-No, lo siento, ¿qué dijiste?
-Nada, solo era una canción.
-Estaré dormida.
Me eché de costado y Jhonatan me dio un beso suave y largo en mi hombro. Luego escuché el sonido de la cama mientras él se acomodaba para dormir también. Cerré los ojos y vi a Rafael marchándose con una mano en el bolsillo y con la otra llevando un cigarrillo a sus labios. Lamenté mucho dejarlo así.

Desperté en mi habitación casi al mediodía e intenté llamar a Rafael, de inmediato habló la contestadora ofreciéndome dejar un mensaje en la casilla de voz. Tenía muchas ganas de verlo otra vez, hacer lo prohibido, que la tentación me lleve a la locura pasional. 

Durante todo el resto del día no tuve ganas de nada. Todo me parecía completamente sin sentido y en vano. A Jhonatan le dije que iba a estar muy ocupada estudiando. Esperé a la noche y decidí ir al parque donde me vi con él después de muchos años. El parque estaba más solitario y silencioso que de costumbre y el viento azotaba violentamente. Caminaba con los brazos cruzados y no podía tener los ojos normalmente abiertos. Estaba tiritando de frío cuando me pareció ver una pequeña luz junto con un sonido repetitivo que, si no me equivocaba, nacía de un encendedor. Me fui acercando y me di cuenta que era Rafael intentando prender un cigarrillo. Me senté a su lado y seguía concentrado en su encendedor con un cigarrillo que salía de sus labios.
-Te he estado buscando todo el día...- le dije con un poco de miedo.
Él dejó de maniobrar con el encendedor y subió solo la mirada hacía mi rostro. Me clavó esa mirada venenosa y volvió a intentar prender su cigarrillo, esta vez con una mano haciendo una cueva alrededor del encendedor. Recosté mi espalda en la banca de madera y contemplé los grandes árboles que formaban parte del estrellado firmamento. Dejó de sonar el encendedor y pude ver un vaho gris transparente. 
-Hace frío, ¿verdad?- dijo volteando su rostro para mirarme, satisfecho, probablemente por haber encendido el cigarrillo después de muchos intentos.
Se quedó mirándome y yo solo me limité a sonreír expresando asentimiento. Alejó un poco su mano que sostenía el cigarrillo de su rostro y me dijo: “¿quieres un poco?”.
Le recibí sin contestar y aspiré una bocanada, me relajó un poco y empezaba a calentarme.
Estuvimos en silencio, sin mirarnos, solos en un desierto de césped y árboles. Por unos minutos hasta que sentí que me caía una gota fría sobre mi mejilla, toqué la gota y, mientras la veía en la yema de mis dedos empezaron a caer gordas gotas multiplicándose cada segundo hasta que el lugar se convirtió en una ducha inmensa. 
-Vamos a mi casa- me dijo mientras colocaba su casaca sobre mi cabeza como alternativa de un paraguas.
-Está bien vamos- y nos fuimos caminando muy pegados y con miedo a caernos.

Su casa era acogedora, cálida, ordenada y estaba bien adornada. Los ornamentos parecían estar ubicados en el perfecto lugar sobre las repisas. Me pidió que lo siguiera hasta su habitación y me sentí muy curiosa por todas las cosas que había para observar. Se fue diciendo que traería un par de tazas calientes de cocoa y que no tardaría. Mientras tanto me quedé sola en su cuarto, paseándome y contemplando los cuadros, estaban The Beatles, mujeres desnudas de diferente color de piel sentadas al borde de una piscina dando la espalda donde se habían pintando los álbumes más reconocidos de Pink Floyd, la cara de Malcolm McDowell mirándome con soberbia y una pestaña postiza en el ojo derecho. Había una guitarra descansando sobre un pequeño mueble, parecía muy bien cuidada porque relucía. También había un estante de libros: estaba repleto y parecía que faltaba espacio porque había libros sobre una hilera de libros y, por último, la cama que no tenía nada de especial. Ahora estaba parada en el centro de la habitación, mi blusa estaba empapada y se había pegado a mi piel. Decidí quitármela y buscar un polo en el armario de Rafael porque de seguro pescaba un resfriado. Me estaba desabotonando cuando notaba que mis pechos estaban un poco calientes y duros. Pasé suavemente mi mano sobre uno de mis senos y lo empecé a sobar suavemente, me excitaba estar en su cuarto, él estaba aquí también, estábamos solos, nadie nos veía, era nuestro mundo privado. De pronto, siento que mi celular vibra en mi pantalón. Tenía cinco llamadas perdidas de Jhonatan y un mensaje. El mensaje rezaba:
Voy a amarte hasta que el cielo detenga la lluvia
Voy a amarte hasta que las estrellas caigan del cielo para ti y para mí
Supongo que estarás dormida, ha estado lloviendo por horas, espero que estés bien. No confío en los mensajes de voz. Llámame cuando puedas. Un beso”.
No le di importancia al mensaje y coloqué el celular sobre el escritorio. Terminé de sacarme la blusa y también el sostén. Estaba con el torso desnudo, mis senos estaban erectos, sensibles y redondos. Decidí quitarme los pantalones también porque me fastidiaba que estén tan pegados (miento, me muero de ganas que Rafael me vea desnuda). Cuando terminé de quitarme el pantalón, escucho como se rompe, muy cerca de mí, lo que parecía ser porcelana. Volteo la mirada hacía la puerta de la habitación y estaba Rafael con una taza en la mano y enteramente pasmado. En el piso, se había formado un pequeño charco con trozos blancos de lo que antes era una taza. Solo tenía puesto mis bragas que eran negras y ahora lo miraba de frente y él se había quedado como hipnotizado mirando mis senos. “Lo siento, mi ropa estaba muy mojada y quería ver si podía coger un polo de tu armario”, cuando terminé de decir eso, él ya había dejado la taza en el escritorio y se estaba acercando a mí lentamente, buscando mis labios y yo los de él. Nos besamos lentamente y, sin darme cuenta, colocó su mano sobre uno de mis senos y lo apretó suavemente, continuó bajando su mano por mi vientre hasta que frotó mi coño por encima de mis bragas “Aquí también está muy mojado”- me dijo susurrando. Me excitó tanto eso que le mordí los labios y él respondió besándome más rápido y con violencia. Sin sacarme las bragas, metió sus dedos directo a mi coño y empezó a sobar en círculos mi clítoris. Solté un gemido tirando mi cabeza hacía atrás y se fue directo a mi cuello. Sentía su lengua caliente rozar mi piel. Me cargó y me echó suavemente en la cama y ahora estaba sobre mí, ahogándose en mis senos que ahora estaban durísimos, ya estaba enloqueciendo por sentir su verga. Se quitó el polo a la velocidad de un rayo y yo me senté sobre la cama para bajarle el pantalón. Sobre sus boxers se notaba un enorme bulto, su verga estaba reventando dentro. Bajé con cuidado sus boxers y un falo erecto y al parecer muy duro estuvo frente a mis ojos. Con mi mano derecha empecé a sobarlo y a masturbarlo mientras veía su rostro extasiado. Pasé mi lengua por todo el tronco primero y me metí poco a poco su verga. El agarró mi cabeza y empezó a hundirla en su verga. Lo estaba masturbando con mis labios y sentí que su falo se puso incluso más duro en mi boca. “Ven” me dijo y me colocó boca arriba en la cama, abrí las piernas, el cogió su falo y sentí como la cabeza entraba suavemente por mi coño empapado. Era la verga más gruesa que había sentido y di un gemido de placer. Sentía como su pelvis chocaba con mi clítoris. Me dolía un poco pero el placer era mucho mayor y por nada del mundo quería que dejara de penetrarme.
“Fóllame fuerte, más duro, reviéntame”- le decía en el oído con susurros violentos.
Cuando escuchó aquellas palabras se puso aún más cachondo y empezó a moverse más rápido, aumento la velocidad y la fricción. “Sí, sí... no te detengas, qué rico, me encanta”. Parecía imparable hasta que redujo su velocidad pero aumento su potencia. La penetración pausada pero fuerte hacía que sus pelotas chocaran contra mi coño y eso me excitaba todavía más. Mientras hacía eso, él me mordía uno de los pezones y con una mano apretaba con mucha fuerza el otro. Estaba poseída del placer y estaba por correrme cuando le mordí el brazo y él se corrió dentro de mí y sentí como ese líquido espeso y muy caliente chorreaba por mi coño, eso fue lo que me llegó al líbido y también me vine al mismo tiempo. Fue el mejor sexo que haya podido experimentar.





Ahora estábamos echados sobre su cama, jadeando de placer y satisfechos. Mi celular empezó a sonar y a vibrar, haciendo ruido sobre la mesa. No quise contestar.
-¿No vas a ver quién es?
-No... no creo que sea importante.
Y lo abracé y coloqué mi cabeza sobre su pecho.
El celular seguía timbrando.
-¿Segura que no es importante?. Tal vez es tu novio.
Me levanté y fui hacía el escritorio y cuando llegué, el celular ya había dejado de timbrar y había un mensaje de voz, era de la voz de Jhonatan que decía que iba a salir con sus padres y que me amaba.
-¿Era él?
-Sí, pero no era importante. Escucha, me tengo que ir, estuvo increíble. 
-¿Lo volveremos a hacer?
-No apagues tu celular y ya veremos- le dije en tono amenazante pero en el fondo me gustaría tirármelo todos los días.
-Está bien. ¿Conoces la salida, no?
Le respondí con una afirmación mientras terminaba de cambiarme, la ropa todavía estaba un poco húmeda pero podría sobrevivir hasta mi casa.

Luego de despedirme, me encontré en la calle y caminé varias cuadras. Había dejado de llover pero la acera todavía seguía empapada. Pasé por el parque donde había estado  con Rafael hace unas horas  y vi a una pareja de hombres caminando delante de mí, abrazados, por ratos se besaban. Aceleré el paso y pasé a la pareja y los mire de frente. Sentí como si un cuchillo hubiera traspasado mi pecho: era Jhonatan abrazando a un tipo, bastante apuesto. No lo podía creer, empecé a llorar y a gritar iracunda mientras Jhonatan trataba de excusarse, hasta que el otro tipo le dijo que me dijera la verdad y que ya dejara de fingir. Le grité con todas mis fuerzas y corrí con las manos en los ojos para secarme las lágrimas. Me quiso sostener pero me fui completamente decepcionada en ese momento. Cuando sentí que ya había corrido lo suficiente y percatarme si Jhonatan no estaba cerca, me senté en la acera y eché a reír de felicidad y de confusión al mismo tiempo. Él era gay, y me había engañado no sé por cuánto tiempo, al igual que yo también lo he engañado con Rafael. Creo que después de todo este tiempo, no sentía nada por él. Sin embargo, todos vivíamos felices, ambos comiendo la verga de nuestros respectivos amantes y felices. Felices sin que el karma nos devuelva el golpe de nuestros errores. Era feliz y saltaba sobre la acera mojada sin importar que se manche mi ropa con el fango. 

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