No puedo pensar en algo específico para contar. ¿Necesitaré vivir más
experiencias acaso? Contar la historia de un tipo que sentado delante de un
monitor teclea sin parar hasta que se le acaben las ideas. Contar la historia
de alguien que revisa su pasado cada cierto tiempo para notar cuánto había
cambiado. ¿Servía de algo? ¿En qué cambiaría mi vida? Me paré y decidido salí a
caminar.
Había un silencio de paz en las calles, solo podía escuchar el viento. Me
metí las manos al bolsillo y empecé a caminar directo hacia al parque. Las
luces amarillas de los faros le daban un aspecto cálido a las calles. No había
nadie a pesar de ser temprano. Eso es lo que me gustaba de vivir aquí y espero
que se mantenga así. Cuando llegué al
parque sentí el aroma del pasto recién cortado, se sentía muy fresco todo.
Respiro hondo. Lo necesitaba.
Mientras avanzaba, veo una chica sentada en una banca al lado del jardín.
Ella me mira, pero yo no alejo la mirada. Tenía los ojos grandes, curiosos y
castaños. Un flequillo delgado le caía desde la raíz de su frente.
-Hola, ¿nos conocemos?
Desvió ligeramente la mirada producto de sus nervios.
-N-no creo…
-De hecho te lo estaba proponiendo.
Se ríe llevándose la punta de los dedos a sus labios.
-Me llamo Ramiro, ¿y tú?
-Claudia… nunca te había visto por aquí.
-Lo mismo digo. Imposible pasar por alto a una chica tan guapa…
Se volvió a llevar los dedos a sus labios para ocultar su sonrisa pero esta
vez enrojeció.
-Chistoso… -movió su bolso que ocupaba un lugar a su lado y me invitó a
sentarme. Cuando me senté movió sus piernas en dirección a mí. Por cierto,
llevaba una falda por lo menos siete dedos sobre la rodilla. Solo tuve una
fracción de segundo para verlas. Eran largas y parecían duras.
-Y cuéntame… ¿qué te trajo por aquí?
-Las ganas de tomar aire fresco.
-¿No es increíble cómo de la nada puedes conocer a alguien con una historia
distinta a la tuya?
-Bueno… si no fuera por mí probablemente solo nos hubiéramos quedado en
mirarnos.
-Pues, en ese caso yo estaría arrepentida de no haberte dirigido la
palabra….- Sus ojos miraron mis labios y con lentitud acercó su rostro, mi
corazón se acelera, cuando estuvimos muy cerca cerramos los ojos y nos besamos
lentamente. Su respiración se agitaba, como por inercia, juntamos nuestros
cuerpos. Yo la agarraba de la espalda, ella de mi cuello. Podía sentir sus
senos, redondos y tiesos pegándose en mi pecho. Nos detuvimos para respirar.
Sus labios estaban ahora más rojos y brillantes. Sus ojos aún más grandes.
Sonrió y dijo:
-Vaya, que bien se ha sentido.
-Besas muy bien.
Nos besamos de nuevo, esta vez con más ganas. Ella se sentó en mis piernas,
pude sentir sus nalgas ahora. Su cartera cayó, haciendo un ruido sordo. No nos
importó. Solo quería desnudarla y besarla por todos lados. No aguanté más,
llevé mi mano derecha hacía uno de sus senos, era grande y redondo, no entraba en mi palma. Lo masajeé
suave y en círculos. Ella me mordió los labios y soltó un gemido. De pronto un
pito perfora mi oído.
-¡JÓVENES! Este no es un espacio público no un hotel. Por favor, les voy a
pedir que se retiren.
Claudia se puso muy roja de vergüenza.
-Ya, está bien. Ya nos íbamos.
La cogí de la mano y con paso ligero nos fuimos del parque. Al doblar la
esquina, nos besamos de nuevo. Ya podía más. Tenía que estar encima de ella.
-¿Quieres ir a un cuarto?
-Sí, por favor- me respondió casi de forma automática.
Con una sonrisa de oreja a oreja paré un taxi y sin preguntarle por la
dirección ni el precio nos subimos y le dije que nos llevara al hotel más
cercano. Antes de pisar el acelerador yo ya estaba devorando a Claudia con mis
labios.
-Estoy mojada- me dice susurrando- coge mi muñeca y la lleva debajo de su
falda. Su ropa interior estaba bastante húmeda. Me excito de sobremanera. Y
empiezo a mover mis dedos. Ella no aguanta y se va directo a succionarme el
cuello. Quería arrancarle la ropa de una sola vez.
-Ocho soles, amigo.- interrumpió el taxista luego de frenar en seco. Le
pagué y de la mano la lleve a la puerta del hotel que tenía un cartel de neón
que decía “Eiffel” en letras moradas con fondo negro.
Entramos agarrados de la mano, pedí una habitación, me dieron las llaves y
un control remoto. El cuarto estaba ordenado y bien iluminado pero no le pude
prestar más atención porque Claudia había empezado a besarme, pasando sus dedos
por encima de mis pantalones, sintiendo mi pene que estaba duro. Levantó su
pierna derecha y la enroscó en mi cintura. La cargué y la recosté en la cama.
Le arranqué la blusa, no llevaba sostén. Sus senos eran naturales y perfectos.
Enterré mi nariz en ellos y empecé a besarlos uno por uno. Sus pezones rosados
estaban erectos y cuando me atreví a pasar la punta de la lengua por uno de
ellos, ella se retuerce de placer. Me quito el pantalón con mucha prisa. Meto
mis manos por debajo de su falda y le quito el calzón con angustia. Levanto sus
piernas. Cojo mi pene que para entonces estaba más grueso que nunca. Mi glande
roza con su coñito que estaba empapado. Entra a la primera, despacio, por
completo hasta la base del tronco. Ella da un suspiro larguísimo. Me tiene
agarrado de la espalda. Se la clavó con fuerza. Se muerde los labios y gime por
dentro. Ahora tiene las manos en mi cuello y me mira a los ojos. No necesitaba
pedírmelo, me rogaban no parar. Lo hice más rápido. El placer se apoderó de mi
cuerpo entero y la cogí de la cintura, la penetraba con mucha fuerza. Mis
testículos chocaban con sus nalgas.
-Qué rico, no pares, qué rico. Me encanta.- Alzaba su pelvis al mismo
tiempo que gemía muy fuerte.
Saqué mi pene y eyaculé en sus pechos, su cuello y cerca de su boca. Me
sentí demasiado satisfecho.
Me recosté a su lado, estaba como una pluma. Ella estaba recostada de lado,
mirándome con esos ojos que me cautivaron desde el primer momento, hace una o
dos horas. No lo sé. Ni me importaba. Posó su brazo por encima de mi pecho.
-Oye, me encantó…
-A mí también- le dije sonriendo. Ella llevó su mano hacia mi pene y sentí
como sus dedos largos me masturbaban. Su rostro cambiaba, tenía la boca
abierta.
-Ah… ah… ah... ah, ah, ah, ah.
-¿Qué pasa?
-Ah, ah, ah, ah, ah, ah.
Mi corazón dio un brinco. Estaba sentando en mi cama, con el calzoncillo
pegajoso y demasiado frustrado de estar una vez más en la realidad. Era mi
alarma. Por supuesto, jamás una chica sería tan fácil de conquistar. Resignado,
volví a dormir porque era feriado.
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